Sin City criolla
A José Celestino Campusano (Vil romance, Vikingo, Fango) se lo quiere o se lo odia. Su cine es bruto y directo sin muchos preámbulos. Esa aspereza aquí elimina el concepto peyorativo para mostrar cómo la bajeza de personajes poderosamente estereotipados puede ser rica en lo visual, en un relato fascinante que entretiene y engancha al espectador.
El perro Molina cuenta la historia de un delincuente y tipo piola del hampa con códigos que aún sostiene la bandera de la amistad y la palabra. A ello se suma el drama amoroso del comisario Ibáñez y de su provocativa esposa Natalia, quien luego de sufrir un engaño marital, abandona su vida de ama de casa y se vuelca al mercado de la prostitución. Campusano nos propone una película llena de acción con algunos diálogos mal actuados pero a la vez emblemáticas participaciones actorales de protagonistas y villanos. En ello converge el sello de este autor y no sería muy descabellado o absurdo pensar en El perro Molina como una especie de Sin City criolla, donde los hombres son justicieros o totales traidores y las mujeres sólo mostradas como el sexo débil decorativo que sin embargo buscan enfrentar la masculinidad con valentía.
Las temáticas como la violencia y la marginalidad fluyen en los paisajes del conurbano bonaerense de El perro Molina y ya son una carta de presentación que Campusano cimentó en films como Vil romance y Vikingo. Sin dudas el cine de Campusano es de alguna forma una locura descabellada de la ficción argentina “explícita”, que convierte al realizador en un auténtico director de pura cepa.