El relato comienza en el Delta, donde una pareja con treinta años de matrimonio aparentemente apacible a cuestas, han ido a pasar un fin de semana. Allí encontramos a Gustavo y Lola, en agitado movimiento en medio de la vegetación. Él tiene sangre en la ropa y en el cuerpo, y de pronto se detiene para lo que amenaza con ser el comienzo de una confesión. A partir de ahí, todo retrotrae a un pasado de fantasmas, de culpas, de ocultamientos. Él es un neurocirujano respetado; ella, una exitosa arquitecta, y el relato de lo que pudo haber pasado en sus vidas personales y profesionales nos llega de modo fragmentado, a través de las imágenes furtivas de una cámara de video. Apenas unos minutos contenidos en esa pequeña caja electrónica alcanzan para desmoronarlo todo.