Después no ande diciendo que “lo único que hay son películas pochocleras” (de paso avisamos que en estas viñetas aborrecemos del término “pochoclero”: para quien esto escribe hay películas buenas o malas sin importar origen o presupuesto): acá tiene una hermosa película que va a contramano del negocio del cine actual. Es un documental, ganó el Bafici el año pasado y muestra más que narra la historia de un artista plástico iraní que debió irse de su país. El tipo de llama Bahman Mohasseses, es homosexual, ha destruido gran parte de su obra, vive en Roma un poco a salto de mata y pinta y esculpe cosas que causarían un ataque cardíaco a un ulema. No resulta una persona agradable para nada: llega un momento en que realmente no parece querer a nadie, y que se encuentra molesto por todo. Pero la realizadora Mitra Farahani logra penetrar la coraza misántropa del personaje como la gota que horada la piedra, poco a poco, mientras se desarrolla la historia de un encargo que le hacen a Mohasseses. Un poco en tono de comedia, un poco con la tragedia a cuestas (las dos cosas al mismo tiempo), la película va transitando temas como la identidad, la necesidad de adaptarse o no a la vida que nos ha tocado, el arte y su sentido, el sexo, el paso del tiempo y la relación con un país o una cultura. Pero sobre todo, y como todo gran film, nos deja un personaje inolvidable que no entraría en la memoria de no ser por el cine.