El artista es la película
“En Irán, individualidad e historia no tienen valor. Nunca la tuvieron ni nunca la tendrán”, dice en un momento Bahman Mohasses, quien fuera una de las principales figuras de la cultura iraní previa a la Revolución de 1979, pero cuyo nombre y su papel histórico han sido prácticamente borrados del mapa de la memoria. En cierto modo, la película de Mithra Farahani, ganadora del premio a mejor película en la Competencia Internacional del BAFICI 2014, se propone revalorizar lo que la sociedad iraní viene desvalorizando, al menos con la individualidad de Mohasses.
Farahani hace esto con un acto tan simple como arriesgado: deja hablar a ese artista, al cual la realizadora encuentra en un hotel en Roma, aislado del mundo desde hace muchos años, ya bastante cansado de la vida y con su salud en tiempo de descuento, pero todavía con ganas de tirar a la marchanta frases terriblemente provocadoras y dignas de análisis -como cuando afirma que “esa concepción idiota de que todos somos iguales es una tontería” o cuando sostiene que el problema con la homosexualidad en la actualidad es que le quitaron todo el misterio y lo prohibido que tenía en sus orígenes-.
Todo esto es fundamental para que en El Picasso de Persia asistamos al proceso creativo de Mohasses que, como el artista, es tan contradictorio como fascinante. Así, este documental no necesita de grandes rasgos formales, porque se alimenta de las formas de su protagonista y produce contenido a partir de ellas.