Una pareja construye un espacio para vivir. Cuando está terminado, antes de habitarlo, invitan a un grupo de personas a recorrerlo. Las personas invitadas circulan individualmente por ese espacio nuevo y vacío. Miran, caminan, hablan. La película intenta rescatar el efecto de esa experiencia en cada una de ellas. Entonces, el espacio en sí mismo se vuelve una experiencia. ¿Qué dejarán de sí mismos? ¿Qué se llevarán? ¿Qué mostrarán de lo humano? ¿Qué es una casa? ¿Qué se hace con el pasado? La serie de personas que habitan fugazmente ese lugar, recién construido, libre aún de toda huella, podría pensarse como infinita. El espacio se llena y se vacía. Queda lo residual de ese tránsito: una fragilidad luminosa.