Primero los bebés
Jennifer Lopez vuelve al cine como embarazada antes de conseguir novio.
Para su intento de resurgimiento en el cine, después de fracasos comerciales y de estar alejada de los sets para cuidar a sus mellizos, Jennifer Lopez eligió un guión en el que tiene que lidiar con la inseminación artificial, la falta del caballero ideal y el queso de cabra. No se trata de un filme documental ni tampoco es un tratado sobre la soledad siglo XXI, pero la estrella se ha preocupado más por aparecer bella -como siempre, lo logra- que porque la trama tenga un mínimo atisbo de verosimilitud.
Puede compararse, salvando las distancias, a El Plan B con aquellas comedias románticas que protagonizaba Doris Day. Reina del naif, DD podía decir cualquier línea de diálogo y -dentro de su universo en el que todo brillaba, desde los pisos hasta el blanco de sus ojos- sonaba creíble. JL, aquí, no.
Zoe, harta de no hallar a su príncipe azul, decide probar con la inseminación. A la salida del tratamiento, conoce al que será el amor de su vida. Y a los pocos minutos descubre -cuando su perrito vomita la prueba de embarazo que se había deglutido- que sí, está embarazada. ¿Cómo decírselo a Stan?
La película atraviesa el típico subibaja de la comedia romántica (chica conoce chico; chica cree que chico no la quiere como ella quiere; chica se da cuenta de que chico sí la quiere; chica se queda con el chico) con todos los clisés que el espectador pueda imaginar. Y ni hace falta que lo piense, porque en El Plan B todo está dicho.
Cuando las estrellas de Holly-wood empiezan a crecer -de edad- y no pueden hacer como que estudian o van al college, hoy está de moda que tengan su propio negocio independiente. JL tiene un pet shop, y Stan (el australiano Alex O'Loughlin) vende queso en un mercado callejero. Al menos Lopez se permite autoparodiarse: Zoe entrada en kilos (sólo en la panza, eh) exclama "¡Extraño mi trasero!", cuando todos saben que la actriz y cantante se ganó buena parte de su fama precisamente por eso y no por sus actuaciones.
Una pena es que el asunto de que el nuevo enamorado descubra que su enamorada está embarazada (de antes) no haya sido tocado más en profundidad, pero se ve que la opera prima de Alan Poul -que produjo y dirigió algunos capítulos de Six Feet Under- fue siempre pensada para la sonrisa. Y así se la ve.