No vuelvas más, Jennifer
Un cronista de Fancinema les hace el favor de darles un resumen de este adefesio, para que no pierdan 100 minutos de su vida.
Desde 2006 que Jennifer López no estaba presente en el mundo cinematográfico. Pero acaba de regresar, y en el género donde se siente más cómoda y que más réditos le ha dado en su carrera a nivel taquilla. Sin embargo, en El plan B nada sale bien.
Ya arrancamos mal con una secuencia de créditos animada supuestamente que se las da de innovadora, pero que cae en todos los lugares comunes y que posee una música espantosa.
Pero luego todo es aún peor, nos vamos dando cuenta de que la presentación era sólo un botón de muestra. Y vamos asistiendo a la historia de Zoe (López) quien ante la imposibilidad de encontrar el gran amor, con el deseo permanente de tener hijos, decide inseminarse artificialmente, justo antes de, efectivamente, hallar al hombre indicado, un tal Stan (Alex O’Loughlin). El primer encuentro entre ellos se supone que tiene que ser dulce y gracioso a la vez, pero no, mucha química no vemos entre ellos, excepto por lo que dice el guión, que intenta convencernos de que dos personas se acaban de conocer y hubo un flechazo total.
Igual, no se preocupen, que sigue empeorando la cosa. Se vuelven a cruzar, ella le demuestra algo de “frialdad”, aunque obviamente el tipo le gusta (porque nos lo dice -otra vez- el guión, a través de un par de personajes que son como confidentes y depositarios de la variable chistosa del filme, aunque no causan gracia). Terminan acordando una cita, donde él le quiere dar el primer beso, pero le tira una copa con vino encima del vestido (¿esto no lo habíamos visto antes?), se prende fuego la mesa por pura casualidad (esto también me parece que lo vimos ¿no?), pero a ella eso le parece re simpático (sí, definitivamente esto ya está visto). Hay muchas miradas “repletas de amor”, silencios del estilo “me estoy guardando cuánto me enamoré de esta persona” y, por supuesto, por fin, el primer beso. Sigue la duda de por qué estos dos no generan ninguna empatía.
La trama sigue en caída libre. Organizan un finde romántico, en el que al principio todo sale estupendamente, pero los realizadores deciden que tiene que haber un conflicto potente. Entonces cuando ella le cuenta que acaba de quedar embarazada, él la acusa de mentirosa, y ella se va, muy triste. Pero luego él se arrepiente. Van al médico juntos, y les anuncian que Zoe va a tener gemelos. A él le agarra pánico (nos damos cuenta porque pone cara de pánico), pero luego se cruza con un tipo que le dice que en general, eso de tener hijos es muy horrible, pero tiene sus momentos, muy pequeños pero muy lindos. Se ve que Stan es un tipo fácil de convencer, o directamente un conformista, porque se tranquiliza. Le da para adelante, la banca en todas a Zoe. Al menos eso es lo que se intuye, de acuerdo a la serie de planos pegados entre sí que se van sucediendo en el filme.
Si la película era de serie B, ahora ya cayó en la C. Antes fue Stan, le toca a Zoe histeriquear, agarrarse de una frase tonta y conspirar contra la relación. Es que claro, le tiene miedo al compromiso, al vivir en pareja, al ser feliz, al desempeñarse como esta hermosa y bella sociedad lo requiere. Pobre Zoe, disculpate con Stan, andá a buscarlo cuando estés a punto de parir, decile que estás enamorada de él, que seguro que él no tiene historia.
¿Viste? Todo fenómeno. Seguro que en un par de minutos te pide casamiento. Ya está, ya lo hizo. Vos decís que sí, final con todos contentos y felices.
Todos excepto el que pagó la entrada, que está buscando pastillas y una botella de whisky. O una pistola, para ahorrar tiempo y pegarse un tiro. O que ya se murió antes de aburrimiento, gracias a este filme retrógrado, donde el romanticismo atrasa unos ochenta años. Tanto en El plan B como en El cazarrecompensas, lo que menos encontramos es amor.