La parábola de la evolución
Tras una primera y exitosa entrega del 2011, El planeta de los simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014) funciona como película de entretenimiento solventada en una narrativa clásica. Una de las mejores películas “majors” del año, que ofrece un puñado de personajes creíbles. Y, la mayoría, muy queribles.
Ellos dudan sobre la existencia de los humanos. Pero más allá de esa incertidumbre, han sabido conformar una comunidad con un líder bien definido, César, que acaba de ser padre y se ha ganado el cariño de todos. Es un grupo de simios organizados, pero las amenazas son moneda corriente. Al fin de cuentas, la naturaleza es así. Hasta allí, estamos ante un muy buen comienzo para esta continuación de El planeta de los simios (R) Evolución (Rise of the Planet of the Apes), en esta oportunidad con la dirección de Matt Reeves; realizador que hace gala de un conocimiento de las herramientas del cine sin caer en los efectismos que, sabemos, colman las salas de cine.
Esta nueva película (la octava, contando los films de sagas anteriores) demuestra que se puede hacer de un relato de entretenimiento una reflexión política, sin perder su nivel de masividad ni la empatía con el espectador más “ingenuo”. En buena medida, esto ocurre porque los personajes tienen credibilidad. Ni más ni menos. Reeves se toma su tiempo, claro. La primera parte, apuntada en el párrafo anterior, ocupa alrededor de 20 minutos y no sobre ni uno. Ni siquiera el hecho de que no aparezca el lenguaje hablado la convierte en aburrida o trivial. El realizador también prescinde de arrojar todo el arsenal de efectos visuales en la primera hora; El planeta de los simios: Confrontación se toma su tiempo, hace de cada secuencia un motivo para “inspeccionar” gestos, temores, insinuaciones, que estallan cuando los simios descubre que sí, que quedan humanos, y que algunos son buenos pero otros… Ya saben.
Vale mencionar que el film es una proeza en términos de desarrollo visual. Tan cuidados son los ambientes (tanto los naturales, como los urbanos: apocalípticos) como los simios mismos; diseñados con mano de orfebre aunque sean el producto de la más alta tecnología. Andy Serkis, quien interpretó al malvado pero querible Gollum en la trilogía de El señor de los anillos, vuelve a destacarse aquí como el loable César, al igual que el resto del casting que completó la vida de los otros simios con versatilidad física y gestual.
Cálculo y emoción; medidas justas para entretener y ofrecer una reflexión sobre el poder y el modo de ejercerlo. No sería erróneo comparar el film con las tragedias shakesperianas, si bien es cierto que allí están los núcleos trágicos que en buena medida alimentaron los relatos más álgidos a nivel dramático de todas las grandes historias. El malvado Kova, cual Ricardo III, supera el modelo de villano estereotipado; su pensamiento opera como el reverso del pensamiento del héroe pero, desde su punto de vista, queda plenamente justificado.
Del otro lado, los humanos funcionan como el esquema especular de los simios, demostrando que las mieles del poder no reconocen especie.