Los monos arriba
Continúa la historia de César con auténtica maestría.
Cuando hace ya más de una década Tim Burton (un tipo que derrocha tanta locura como talento) se hizo cargo de renovar en la pantalla grande la saga de El planeta de los simios, metió la pata hasta el fondo del pantano. Lo que entregó fue una película tan burda que si la sinopsis hubiera indicado que encuadraba dentro del género Comedia no le iba a errar, porque provocó más risa que otra cosa.
Igual, un tropezón no es caída, menos para alguien de sobrados laureles como Burton. Para remediar el zafarrancho y hacerle un poco de honor a la obra literaria creada por Pierre Boulle a principios de los ‘60, en 2011 se estrenó un nuevo filme subtitulado Revolución, que situaba a los protagonistas en los comienzos, cuando se daban los pasos iniciales por los cuales los humanos iban a terminar sucumbiendo ante los simios.
El resultado fue por demás alentador, ya que el uso de la tecnología se resolvió mucho mejor y el elenco (James Franco, John Lithgow, Andy Serkis) cumplió con creces su trabajo. Llegado este punto hay que hacer uso de las frases hechas, porque si bien la regla general indica que segundas partes nunca fueron buenas, otra contrapone que toda regla tiene su excepción.
El planeta de los simios: confrontación, tal el título de la continuación de esta franquicia reboot (historia que hace caso omiso de lo filmado hasta el momento y comienza todo desde el principio), es un producto de altísima calidad en todos sus aspectos: en su guión, en la edición, en lo técnico y en la performance actoral.
Los reyes del bosque. César, el mono que en la cinta predecesora huía al bosque mientras su inteligencia crecía de modo exponencial, ahora lidera a los simios en una especie de sociedad, mientras que la raza humana fue diezmada por una epidemia. Sólo unos pocos sobreviven en las ruinas caóticas que quedaron de la ciudad.
Por eso el mayor volumen de la trama se lo llevan los monos y las conflictivas relaciones que entre ellos se entablan: el líder, que tiende a una relación más o menos llevadera con los humanos, debe enfrentarse a un oponente que no quiere saber nada; y lo mismo pasa del otro lado, porque el personaje bienintencionado que interpreta el australiano Jason Clarke tiene en el veterano Gary Oldman a su contraparte.
Párrafo aparte para Andy Serkis, un actor al que pocos le conocen la cara pero que merece entrar en el libro de los grandes, por sus brillantes interpretaciones de bestias gracias a la tecnología de la captura de movimiento (motion capture). En el rol de César, se merece un aplauso.
El planeta de los simios: confrontación es un claro ejemplo de que los tanques de la gran industria cinematográfica no tienen que ser por definición artificios grandilocuentes carentes de calidad y contenido; si los recursos tecnológicos son usados en función de una historia que se quiere contar y no viceversa, es más fácil lograr una combinación que deje conformes tanto a los que buscan acción y efectos como a los ingresan a una sala en busca de arte.