Humanos y simios se parecen mucho más en esta lograda secuela
Más de un dubitativo aunque potencial espectador se preguntará si la interminable serie, iniciada en 1968 e interpretada por Charlton Heston, tendría hoy razón de seguir existiendo.
Para aquéllos que hace casi exactamente tres años vieron el “El planeta de los simios: (R)evolución” la disposición debería ser más favorable, al menos en base a los méritos que la misma presentaba.
Y efectivamente “Planeta de los simios: confrontación” (“Dawn of the Planet of the Apes”), no defrauda ni tampoco repite exactamente la temática de la reciente secuela que fuera dirigida por Rupert Wyatt, al que se calificara en “Leedor” como ignoto pero acertado realizador. Y uno podría preguntarse por qué no se lo contrató nuevamente, aunque es sabido que el cine como negocio se mueve sobre todo por lo que pergeñan los productores.
Quien ahora dirige es Matt Reeves, que a diferencia de su debutante predecesor ya había mostrado cierta garra en “Cloverfield – Monstruo”, su tercer largometraje y que ya está anunciado como quien hará en el 2016 un nuevo capítulo de los “simios”.
El personaje clave en esta oportunidad no es el científico (y humano) que interpretara James Franco en la anterior y que aquí ya no aparece salvo en una foto. Quien en ella lo acompaña es Cesar (Andy Serkis), que era un bebé y ahora, diez años después, es el jefe de los simios.
La acción se desarrolla nuevamente en San Francisco, pero una década después la población humana se ha reducido considerablemente por culpa de un retrovirus transmitido por los monos. Sólo uno de cada quinientos pobladores de la ciudad californiana ha sobrevivido y esos pocos habitantes son al menos inmunes a la gripe y pandemia mundial.
Mientras que los simios viven en las afueras arboladas de San Francisco, los humanos lo hacen en lo que queda de la misma. Ambos extrañan la falta de energía eléctrica y un acercamiento entre Cesar y el joven Malcolm (Jason Clarke) permitirá llegar a un acuerdo entre las partes para poner en funcionamiento una vieja represa hidráulica.
Durante la primera hora de las algo más de dos que dura el film todo parece relativamente armonioso y llega a su apogeo cuando alguien escucha música y las luces de la ciudad se encienden nuevamente. Pero lo que ocurrirá de allí en más mostrará que la euforia colectiva será de corta duración.
Casi como un espejo entre humanos y simios empezarán a tener protagonismo otros dos personajes con actitudes belicistas. Por el lado de los primeros estará Dreyfus (Gary Oldman) quien custodia las armas, mientras que del lado de los primates será el chimpancé Koba, quien montado a caballo encabezará el ataque. Pero antes atentará contra la vida de Cesar para asumir el liderazgo. Y éste aún llegará a decir (los monos hablan en esta secuela): “siempre pensé que los simios somos mejores que los humanos, pero ahora veo cuánto nos parecemos”.
Nuevamente se destaca la calidad técnica de la película y la notable caracterización de los simios por la conocida técnica de captura de movimiento (“motion capture”). Pero quizás sea aún más impactante la expresividad que se logra, sobre todo en los primeros planos de Cesar.
Ya no está Frieda Pinto en el principal rol femenino pero Keri Russell, como esposa de Malcolm, no desentona. Y en esta oportunidad quien más se luce es Andy Serkis, recordado como Gollum en “El señor de los anillos.
Hay una frase (“Ape does not kill ape”) que se repetirá en más de una oportunidad a lo largo del film. Su veracidad o falacia será central en el mensaje que transmite esta lograda secuela.