Un tanque que puede pensar
La nueva versión de la fábula escrita en los años 60 por el francés Pierre Boulle reflexiona, ahora en 3D, sobre la posibilidad de convivencia entre distintos. Juegos de espejos que funcionan también en relación con el mundo “real”.
¿Puede pensar un “tanque” de Hollywood? Tiende a creerse que no y cientos de tanques descerebrados parecen confirmarlo. Pero, para nombrar casos no tan lejanos, ¿no pensaban acaso las tres primeras Alien o, en líneas generales, la serie X-Men? ¿No lo hacen las Hombre Araña? ¿Las Batman de Tim Burton y Christopher Nolan? Tres años atrás, El planeta de los simios: (R)Evolución apretó el botón de reinicio a la fábula escrita en los años ‘60 por el francés Pierre Boulle, filmada por primera vez a fines de esa década. Era, a diferencia del sinsentido filmado por Tim Burton a comienzos de este siglo, un tanque pensante. Escrita por los mismos guionistas (Rick Jaffa y Amanda Silver, a quienes ahora se les suma Mark Bomback) y dirigida por Matt Reeves (el muy confiable realizador de Cloverfield), su secuela, El planeta de los simios: Confrontación, sigue pensando, ahora en 3D.
¿En qué piensa Confrontación? En la oposición entre lo civilizado y lo bárbaro, en la posibilidad de convivencia entre distintos, con los simios funcionando como espejo y como otro a la vez. En (R)Evolución, Caesar, el más inteligente de los monos de laboratorio, liberaba a sus congéneres, usados por los humanos como cobayos o raza esclava. En el hiato de diez años que lleva de aquélla a ésta, la especie humana se contagió de un virus proveniente del contacto con los simios. De resultas de lo cual una pandemia universal, la “gripe de los monos”, prácticamente acabó con ella, al tiempo que se producía un apagón general. Para reestablecer la energía, los miembros de una colonia de sobrevivientes, radicados en los restos de lo que alguna vez fue la ciudad de San Francisco, necesitan volver a hacer funcionar una represa abandonada.
El problema es que la represa está en medio de la selva y en la selva están los simios. En el momento en que unos y otros se encuentran se produce una simetría absoluta, que pone en escena el juego de espejos que anima la película. Por unos segundos, todos, los monos y el hombre, quedan paralizados por la sorpresa: ninguno sabía que el otro era su vecino. Hay dos posibilidades: dejarse ganar por el miedo e intentar exterminar al otro o reconocer que el otro existe y ver qué chance hay de ponerse de acuerdo. Aunque no casualmente se le parezca muchísimo, no se trata del conflicto entre israelíes y palestinos sino de lo que ocurre en Confrontación, cuyos juegos de espejos funcionan también en relación con el mundo “real”.
Como en muchos westerns (Más corazón que odio, notoriamente), en ambos bandos surgen ambas posiciones encontradas, con casos extremos de blancos “racistas”, que tratan a los monos como a... ¿negros? Algunos tienen razones para la desconfianza. Koba, el mono que en (R)Evolución se llevaba la peor parte, se convertirá en líder guerrero. Caesar, capaz de reflexionar (actuado, una vez más y por medio de la técnica de captura de movimiento, por ese increíble especialista en simios y otros seres que es Andy Serkis), y el orangután Maurice, algo así como el viejo sabio del clan, estarán más dispuestos a creer en sus vecinos. La palabra Trust (confianza) se convierte en todo un código ético entre ellos y la pareja integrada por el ingeniero hidráulico Malcolm (Jason Clarke, coprotagonista de La noche más oscura) y su esposa, la bióloga Ellie (Keri Russell). Mientras se relacionan con sus anfitriones, éstos se ocupan de aplacar a sus congéneres más belicosos. Sólo por un tiempo, claro: si no, no habría película.
La comunicación, el lugar del otro, la necesidad de tender puentes y la tentación de hacerlos volar, son temas concretos, materiales en Confrontación. Si los simios hablan, es consecuencia de su contacto previo con el hombre. Si algunos hombres actúan como en la selva es porque en algún tiempo habitaron en ella. No son las únicas cosas que ambas especies tienen en común: como en Jurassic Park –otra gran película de aventuras sobre relaciones entre el hombre y el otro–, el atavismo de los lazos familiares tiene peso específico en esta secuela. Lo tiene porque ambas especies son gregarias y el rol dramático que ocupan las crías es capital aquí. Puestos en escena con notable precisión, economía y rigor, todos estos temas están desplegados en Confrontación siempre en forma de preguntas y del modo que corresponde a un drama de aventuras. Esto es: sin dejar de inyectar, a lo largo de dos horas diez a las que no les sobra un minuto, la tensión, la angustia y la fiereza que hacen de un tanque un tanque.