Cinco películas entre 1968 y 1973 y una desabrida remake de Tim Burton del primer film eran el conjunto de la franquicia de El planeta de los simios hasta que llegó (R)evolución (2011), un relanzamiento, una nueva puesta en perspectiva del miedo a que otra especie nos pelee el dominio del planeta. La película, dirigida por Rupert Wyatt, no transcurría -como las originales y la de Burton- en un futuro lejano, sino en el presente. Para la secuela de ese éxito y de esa muy buena película que pocos esperaban se cambió de director -Matt Reeves-, pero no de espíritu.
El planeta de los simios: confrontación continúa en la línea de (R)evolución. Sube la apuesta en presupuesto y en secuencias multitudinarias, pero el acento sigue puesto en el desarrollo de los protagonistas y sus cambios. Los personajes -humanos y simios- miran el estado del mundo, se miran entre sí, observan, piensan, deciden y actúan. Paisaje posapocalíptico para los humanos: la gripe de los simios ha arrasado con casi toda la población. Paisaje fundacional para la sociedad de los simios: ¿cómo será su futuro? Ése es el planteo principal, pensado en función de cómo será la relación entre ambas especies cuando se encuentren.
El simio protagonista, César, representa la mirada de la civilización, mientras que su lugarteniente Koba encarna la barbarie y el populismo vengativo. Desde esas dos miradas -y de su contacto con los humanos- la película construye su tensión. Y Confrontación es una película tensa, en la que la acción, pero también los diálogos están cargados de peligro latente o efectivo. La desconfianza -de una especie frente a otra, y entre congéneres de la misma especie- es la guía: las respuestas de los personajes ante ella los definen.
Con esa base, Confrontación se presenta como una película cambiante, en función de la energía de esa tensión: cuando hay más momentos de decisión antes o durante la acción, el film crece en emoción; cuando las decisiones ya están tomadas y hay acción, crece en espectacularidad. Más allá de la deslumbrante secuencia inicial de cacería en el bosque (que recuerda al magistral inicio de Apocalypto, de Mel Gibson), Confrontación logra que algunos de sus mejores momentos sean los basados en pequeños detalles y no tanto en el despliegue de perfectos efectos digitales: la lluvia de hojas que indican el movimiento en las copas de los árboles, el simio que actúa (con conciencia de estar actuando) como simio.
Toda la película es de una perfección visual apabullante y replantea las posibilidades del futuro de las imágenes de la industria, tal como lo hizo Avatar. Con un poco más de cohesión para no tener tantas oscilaciones rítmicas narrativas y mejores -o incluso menos- personajes humanos estaríamos ante una película memorable. Pero no exijamos tanto en este año: hasta el momento, sólo Al filo del mañana, con Tom Cruise, ha sido mejor que El planeta de los simios: confrontación en el Hollywood de alto presupuesto modelo 2014.