El invariable encanto de los simios
Si hay algo que toda película de la serie El planeta de los simios merece atender, además del maquillaje, es la complejidad argumental. Aspecto nodal, que encierra una mirada de mundo amarga, sintetizada en el momento final del film original, de 1968, con el astronauta Taylor (Charlton Heston) sumido en su desengaño.
En verdad, lo del maquillaje ya es meramente anecdótico, el último film que lo tuvo como rasgo de filiación estética, fue la versión de Tim Burton, con el gran Rick Baker puesto a la tarea de disimular la nariz de Tim Roth. Ahora se trata de efectos digitales, con el motion capture como recurso habitual, y la encarnación ejemplar de Andy Serkis como César, el mono líder, a partir de la precedente El planeta de los simios: (R)Evolución.
En El planeta de los simios: Confrontación se sostiene lo predicho, con los simios como espejo deforme en un apocalipsis que ha sido; con algunos humanos todavía vivos, albergados en los restos de torres caídas, al amparo de un verde que solicita su lugar primero.
Pero quienes también se han organizado, como legítimos habitantes del mismo suelo, son los simios. No obstante, el empecinamiento por sobrevivir no tardará en acentuar un conflicto latente. La mecha sigue siendo corta, y no faltan las intenciones bélicas. Quien surge como mediador será nuevamente César, el chimpancé alguna vez mascota, el libertador, el rey mono.
En tanto franquicia, El planeta de los simios debe también cohabitar entre otras, todas cortadas por una misma tijera. En este sentido, el film no es indiferente a atributos habituales como: secuencias de alto impacto, efectos digitales abrumadores, sensacionalismo del espectáculo. Pero, acá lo decisivo, no es de ello de lo que hablan o dicen quienes se dejan contagiar por el pleito entre humanos y simios. Sino de la plasmación de un conflicto sin resolución feliz, con puntos suspensivos amargos.
Es lógico y coherente con el estado actual del cine; pero también con la esencia misma de El planeta de los simios, vuelto un micromundo de lógica propia, extensible a libros, televisión y cómics (entre ellos, el notable Cataclismo, con dibujos del rosarino Damián Couceiro). Revisitarlo es un desafío que hace dialogar a las películas entre sí.
Por otro lado, la promesa de nuevos films no hace más que extender un punto de vista complejo, en sintonía con la miríada de relatos que han potenciado -desde el cine, la historieta y las series televisivas- el concepto de mundos alternativos o paralelos. El planeta de los simios oficia a favor, con la mirada puesta en la progresión argumental entre film y film, pero también desde versiones remozadas que invariablemente sitúan su valía en el límite impreciso entre remake, precuela y secuela.