Nadie esperaba absolutamente nada de Rise of the Planet of the Apes la precuela/reinicio de la saga simia a cargo de Rupert Wyatt en 2011. Quizás fuese por el abismal recibimiento de la reimaginación de Tim Burton en 2001, es -y acá me incluyo en la manada- la verdad que no le veía la gracia a una historia de comienzos, pero Rise of... me cerró completamente la boca con una historia muy humana y profunda, aderezada con inteligentes escenas de acción, como para no olvidar que estábamos ante una película de verano boreal.
Tres años después, Matt Reeves toma la posta y redobla la apuesta entregando en Dawn of the Planet of the Apes la anti-película taquillera de mitad de año: una secuela por demás contemplativa que se encarga de dimensionalizar la humanidad del grupo de humanos remanantes como de la naciente nación peluda, en un cóctel explosivo de acción y adrenalina con personajes de carne y hueso - y pelo-.
Luego de una concisa pero esclarecedora secuencia de créditos que nos sitúa una década luego del final de la primera entrega, la humanidad ha sido diezmada por una mortal gripe y los sobrevivientes han quedado recluidos en pequeños grupos, como es el caso de la colonia residente en una destruida ciudad de San Francisco. El gran giro del comienzo es que no comenzamos a presenciar la historia desde el punto de vista de los humanos, sino desde Caesar y su gran colonia de compañeros en un día rutinario. Caesar es el jefe y a través de sus desgastados ojos es que vemos cómo se conduce la manada hoy en día, con un ordenamiento basado en el compañerismo.
Uno de los ligeros errores que había marcado de la anterior entrega era el trazo grueso con el cual estaban delineados los humanos: pérfidos, arrogantes y violentos, en comparación con los pasivos y dominados monos de laboratorio. Algo de ese trazo resiste en el guión de la pareja Rick Jaffa y Amanda Silver pero la balanza se equilibra desde ambos lados: no todos los humanos son máquinas de matar, ni tampoco todos los simios ven a los humanos como una especie ahora inferior. Como reza el póster de la película, quizás el encuentro fortuito de la manada de Caesar con un grupo de humanos liderados por un pensativo Jason Clarke comporte una última oportunidad para lograr la paz, pero la condición humana siempre estará latente y sacará lo peor de los unos y los otros.
Tanto en un campamento como en el otro hay conflictos, y si bien el espectador pasa un buen tiempo del lado de los humanos, el peso dramático recae totalmente en el liderazgo de Caesar y la excelente interpretación de Andy Serkis, demostrando nuevamente que es el rey de la captura renderizada. Ayudado por unos más que impresionantes efectos digitales -cortesía de la compañía Weta Digital-, Serkis es el centro neurálgico de la nueva saga y le imprime toda su emotividad a un personaje entrañable e inolvidable. Mas allá de un gran elenco humano en el que destacan caras conocidas como Keri Russell y un conflictivo Gary Oldman, el aplauso se lo lleva la otra facción, como el trabajo inmenso de Toby Kebbell como el rebelde simio Koba.
Y por si fuera poco, los momentos de acción que nos entrega Matt Reeves están brillantemente pensados y orquestados de manera que llegan en el momento justo y preciso, cuando la tensión entre ambos grupos ha llegado a su punto máximo, como también nos los hace saber la palpitante banda sonora compuesta por Michael Giacchino, un tanto repetitiva en su leitmotiv pero que conduce la acción en pantalla de manera fehaciente.
Ya le había confiado mis esperanzas a Reeves desde Cloverfield y tampoco decepcionó con la fantástica remake Let Me In, por lo cual estoy más que satisfecho con lo logrado en Dawn of the Planet of the Apes, una secuela que deposita nuevamente las esperanzas en que las ideas en Hollywood no están muertas, sino que hace falta un buen director para encausar acción pochoclera bien pensada con personajes por los cuales alentar.