Una o dos veces al año, como mucho, Hollywood sorprende y se despacha con un tanque de enorme presupuesto que, además de impresionantes imágenes y efectos especiales, despliega originalidad, talento, emoción, y con un poderoso marketing detrás se convierte en uno de esos films obligatorios imposibles de dejar pasar. El Planeta de los Simios: Confrontación es, increíblemente, la segunda película de semejantes características que se estrena en el año (la otra fue, sin duda, Al Filo del Mañana, aún en cartel) y apenas estamos en Julio.
Cierto es que Confrontación... aprovecha una enorme ventaja: la base de la cual parte era de por sí bastante sólida, ya que el trabajo pesado de la reinserción cinematográfica de los simios estaba hecho, y el público ya había respondido de manera entusiasta. Pero ésto, se sabe, a menudo es un arma de doble filo: con una buena primera parte y el acompañamiento unánime de la crítica especializada, la alta expectativa es algo que puede generar decepciones y finalmente resultar un factor en contra. Seguramente el lector, a la altura de esta reseña, ya habrá escuchado hasta el hartazgo que éste es uno de los mejores films años. Y lo mejor de esta película es justamente eso: aún recomendándola en exceso, no hay modo de inflarla para que luego se termine pinchando, porque es de por sí ya enorme y por ende no lo necesita. Difícilmente el espectador permaneza indiferente frente al resultado, aún si no tiene el contexto de la saga original o si no se interesa demasiado por la ciencia ficción.
La historia retoma exactamente donde la anterior concluye: hasta los títulos iniciales son una continuación de los créditos precedentes, y explican cómo el virus expandido años atrás ha sido devastador para la humanidad y por eso tan sólo quedan unos pocos, inmunes, que buscan abrirse paso ante la inevitable extinción. En paralelo, claro, los simios poco a poco van tomando el poder: primero es un puente, luego un bosque, pero se sabe que la ciudad es la verdadera jungla. Al menos Caesar (Andy Serkis, lord del motion capture) es consciente de ello porque, claro fue criado por humanos y los conoce mejor que nadie. Y lo hace en todo sentido: ha visto el lado oscuro pero también el luminoso de los hombres, y es por eso que, en un principio, no predica guerra. Algo que no parece sucederle a Koba, su mano derecha, cuya opinión está enceguecida por su resentimiento. El amor y la lealtad posee una pureza natural en los animales, pero cuando entra en juego la razón también lo hacen la ambición, la codicia y, sobre todo, el odio. Condición que, finalmente, parece no ser excluyente para la raza humana.
Son estos los tópicos que aborda con inusual sinceridad -al menos, para la mega industria del cine- el director Matt Reeves (Cloverfield, Let Me In) que en ningún momento cae en situaciones obvias y así logra dotar de una increíble humanidad a sus mal llamadas bestias, a la vez que comprende que no hay héroes y villanos de uno y otro lado sino que hay, solamente, seres pensantes y emocionales luchando, apenas con distintos intereses. Si unos son más nobles que los otros es algo que queda a discresión del espectador.
El Planeta de los Simios: Confrontación no es tan importante a nivel histórico cinematográfico como la original de 1968, pero sin dudas es la mejor de las secuelas y construye, además, el arco dramático que finalmente promete expandirse en dirección a la novela original que le dio vida, La Planète Des Singes, de Pierre Boulle.