La saga continúa, y ahora la espectacularidad se suma a la humanización de los primates.
Si en 2011 El planeta de los simios: (R)Evolución auguraba una nueva concepción sobre el best seller de Pierre Boulle, esta Confrontación, con nuevo director, supone un paso adelante hasta que finalmente se llegue a la nave madre de la historia, El planeta de los simios.
Porque tanto (R)Evolución como Confrontación son precuelas, narrando acontecimientos que suceden mucho antes de que los primates gobiernen la Tierra, como ocurre en la novela y se veía en la película original de 1968, con Charlton Heston como astronauta que creía haber llegado a otro planeta, pero no, estaba en la Tierra.
Aquí todavía hay resistencia. Rebelión humana.
Han pasado diez inviernos, dice un simio, desde que el científico que encarnaba James Franco diseminó un virus genético que dio más inteligencia a los primates. Muchos de ellos habían sido torturados en laboratorios. Y el aroma de la venganza, que se ha esparcido en buena parte de la producción de acción del Hollywood contemporáneo, aquí brota a borbotones.
El director Matt Reeves (Cloverfield) le ha dado al tratamiento un estilo visual diferente. Si (R)Evolución prácticamente transcurría en interiores, en Confrontación la acción pasa al aire libre. La ferocidad y la inteligencia, combinadas, dan más adrenalina. Es cierto que las batallas con los simios son visiblemente animadas, y eso distrae, le quita mérito a la narración. Pero en la construcción de los personajes gana la película, que en su primera mitad es como un cargamento de explosivos a punto de dinamitarlo todo.
César (Andy Serkis, por movimiento captado y luego animado digitalmente) ahora es el líder de una colonia de unos 2.000 simios que viven en el bosque de las afueras de San Francisco. Hay caos y ley marcial en los pocos centros urbanos que se mantienen en pie. Dreyfus (Gary Oldman) es el cabecilla de lo que quedó de San Francisco, y enviará a Malcolm (Jason Clarke, de La noche más oscura) a reparar una represa eléctrica, para así intentar sobrevivir y poder comunicarse con el resto del mundo.
Si es que afuera queda alguien con vida.
Reeves acierta en cimentar, asentar en los personajes de las dos facciones, humanos y simios, características contrapuestas. Ha humanizado a los primates, si cabe el término, y la lucha, cuando se desate, ya no parece ser entre especies, sino entre facciones de una misma índole.
Imposible no sentir empatía, entonces, por unos u otros, algo que ya sucedía en (R)Evolución. César tiene familia, y hay varias familias cercenadas de lado de los humanos. Hay traidores, y seres que actúan de acuerdo a lo que creen es lo mejor... Lejos de la mecanicidad de Transformers, aquí no hay ruido a lata, sino sangre corriendo por las venas. Y el final preanuncia la nueva precuela (y secuela de ésta), prevista para 2016. Y tal vez nos acerquemos a aquello que Pierre Boulle planteaba: quién es más salvaje, el hombre o el simio. Algo que Confrontación hace más que esbozar.