Un gran cierre para una gran trilogía
César (Andy Serkis) y su nación de simios genéticamente evolucionados se ven obligados a luchar en un conflicto a muerte contra los humanos que quedan en su mundo
Los Simios deberán enfrentar en esta tercera parte a un despiadado Coronel (Woody Harrelson), que lidera a la raza humana. Después de que los monos sufran una enorme cantidad de bajas, César luchará contra sus propios y oscuros instintos y comenzará su arriesgada misión para vengar a los de su raza, una épica batalla que determinará el destino de ambas especies y el futuro del planeta.
Esta trilogía de precuelas del Universo fílmico que conocimos allá por los sesenta con Charlton Heston como abanderado, es de lo mejor que se ha hecho en materia de remakes y reboots. Matt Reeves, el director detrás de esta saga, ha dotado a la misma de un espíritu épico sin descuidar el costado humano (o simio) de cada uno de los personajes.
Las tres películas de El Planeta de Los Simios, son la clara muestra de que se puede hacer cine de entretenimiento sin dejar de lado un guión trabajado y profundo, diálogos certeros y estilo a la hora de filmar.
La maravilla técnica que permite ver a César y los suyos moverse e interactuar con los actores de carne y hueso, apenas si son un punto más en la larga lista de cosas acertadas que tiene la historia. Un filme a medio camino entre el western y el cine bélico clásico que pese a mostrar un futuro apocalíptico también se reserva varias bajadas de líneas que tienen que ver con la sociedad que hoy nos toca (el villano Harrelson y su obsesión por construir un muro, es una de esas claras referencias al mundo actual)
La puesta en escena tampoco abusa de los clichés del cine de acción, no hay vértigo ni suciedad en la cámara de Reeves, por el contrario todo está fotografiado para que se vea y el espectador disfrute y sufra con las secuencias de combate.
Los primeros planos de los rostros curtidos de cada uno de los simios son momentos únicos, fotogramas destinados a convertirse en clásicos del cine. La intensidad en la mirada de los primates (sobre todo César) interpela al espectador y lo coloca ante una disyuntiva: ¿quiénes son buenos y quiénes malos en esta historia? Es difícil no empatizar con los simios, aunque nuestros congéneres estén al borde de la extinción.
El clímax del filme, se reserva un momento a pura emoción, el cierre de una trilogía y quizás el paso a una nueva etapa, una que desemboque en aquella mítica y clásica Estatua de la Libertad semienterrada.
"¡Malditos sean! ¡Malditos sean todos!"