Santificado sea el primate
"El Planeta de los simios: la guerra", última entrega de la famosa trilogía, trata sobre un grupo de militares que se adentra en la selva para buscar a los primates rebeldes y atacar a César. La película es un drama bélico completamente a la altura de su esencia.
La primera película de “El planeta de los simios” fue concebida como una producción de ciencia ficción muy diferente a lo que se veía en los ‘70. No sólo por el hecho de ser historia posapocalíptica evolutiva, sino porque fue pensada para la masividad y no para un target adepto al género fantástico.
Con mejores o peores resultados, en la gran cantidad de secuelas, remakes concebidas como trilogías e incluso serie de TV que surgieron a partir de la idea original, esa esencia de populismo se mantuvo.
Para ello, el guión siempre jugó con otros géneros como el drama y el cine bélico y también con universalidad de conceptos filosóficos y humanísticos sobre los propios simios. En este cierre de trilogía que comenzó con Evolución, continuó con Confrontación, se vuelven a poner sobre la mesa temas como libertad y libre albedrío encaminados en el fijo e inexorable rumbo hacia la extinción de la raza humana.
Sin embargo el poder del espectador, conocimiento sobre lo que ocurre en la pantalla y ocurrirá -es una precuela del reinado simio-, comienza a verterse en los personajes inminentemente y la vuelve atrapante en el acompañamiento hacia ese descubrimiento.
Un grupo de militares se adentra en la selva en búsqueda de los simios “rebeldes”, acompañado de algunos ex seguidores de Kuba (quien atacó a un humano y provocó los conflictos que derivan en esta guerra). Todos van contra César, que vive aislado junto a su grupo y su familia, con la única intención de vivir en paz.
Por ello, cuando captura a algunos soldados, los envía misericordiosamente de nuevo con el ejército para llevar el mensaje de paz. Pero del otro lado no desean negociar la tregua. El director Reeves vuelve a tomar riesgos cuando marca la narrativa con referencias bíblicas claras.
Si bien podría considerarse que la intención es martirizar a César, la puesta en acción resulta coherente en la trama. Un inicio con éxodo hacia un paraíso en búsqueda de la paz, testificamos una crucifixión, que incluye azotes, un sacrificio y un renacimiento.
Antes de llegar a esos eventos, un crimen artero hace que César pierda la cordura y vaya en búsqueda del culpable. Por ello su pueblo quedará a la deriva y, paradójicamente, será capturado por las fuerzas militares que esclavizan a los simios y obligan a que construyan una fortaleza de otro peligro inminente. La trama evoluciona en algo más complejo con un tercero en discordia.
Si bien desde el título plantea una guerra, esta oclusión es más bien un drama bélico. Hay acción, y bien realizada, pero se desencadena por argumentos expuestos, y no por el mero hecho de mostrar fuegos artificiales. Un filme que está por completo a la altura de su esencia.