Los simios recuperan su eficacia original
«El planeta de los simios» de Tim Burton en un punto era una decepción, pero este nuevo film le da un giro interesante y eficaz a una de las mejores y más violentas películas de la serie original, «La conquista del planeta de los simios» de J. Lee Thompson, que era a todas luces un film revolucionario muy acorde al espíritu de la época en la que fue filmado.
Ahora, la Fox dejó vacante el espacio destinado a dos películas que sin ser flojas del todo eran más raras que realmente contundentes: «Más allá del planeta de los simios» y «Regreso al planeta de los simios», para ir al grano con esta visión de las causas que provocaron, en esa realidad paralela imaginada por el escritor Pierre Boulle, que nuestro planeta esté dominado por monos en vez de seres humanos.
La evolución, en este caso, se debe a experimentos genéticos que buscan una cura para el Alzheimer, mal que aqueja a John Lithgow, actor de gran talento que interpreta al padre del protagonista James Franco. Pero los experimentos, que recomponen las células cerebrales de varios chimpancés volviéndolos más inteligentes, salen mal por un factor animal que los científicos no tenían en cuenta, y el resultado es el sacrificio de todos los especímenes, excepto el recién nacido César. Como el bebé mono no tiene ninguna célula cerebral dañada, simplemente adquiere una inteligencia superlativa, que paulatinamente lo va convirtiendo en líder de una rebelión de monos inteligentes en contra del poder humano.
Lo mejor de este nuevo subproducto de «El planeta de los simios» no es sólo dar una explicación más convincente al asunto, sino la forma en que lo hace. La película no da pausa, y si ya exhibe una dosis de acción y suspenso impactante durante su primera mitad, donde no hay ninguna rebelión a la vista sino una serie de experimentos fallidos y experiencias traumáticas para el mono estelar, se vuelve directamente vertiginosa a medida que se va acercando a su desenlace revolucionario. Todo el final es para la antología, con escenas de acción y destrucción nunca vistas, incluyendo un gorila saltando desde el puente Golden Gate de San Francisco a un helicóptero. Y parte de la clave del éxito del estilo de esta secuela/remake es el realismo, ya que una cosa es ver actores con máscaras haciendo de simios, y otra cosa distinta, mucho mas verosímil, es ver a estos simios digitales que lucen realmente como animales y no como algún atractivo híbrido hollywoodense.
Sin la presión que debe haber sentido Tim Burton al hacer su remake, el poco conocido director Rupert Wyatt hace un gran trabajo, especialmente en lo que tiene que ver con la dirección de actores, tanto en el caso de los humanos (Lithgow y el villano Brian Cox logran muy buenos trabajos) sino sobre todo en el caso del mono digital César, con la voz y los movimientos faciales de Andy Serkis (ya se ocupó de Gollum en «El señor de los anillos» y de King Kong en la versión de Peter Jackson). La suya es una performance tan extraña como convincente, que en dos o tres escenas logra conmover y sorprender al espectador como pocas actuaciones convencionales.