SENSATEZ Y SENTIMIENTOS
La crítica de cine tiene que cargar con la mochila de no ser condescendiente con prácticamente nadie, y mucho menos con el público. De ese vicio -pues a qué podría calificarse de ese modo sino a aquello que restringe libertades dentro del campo abierto por el mismo accionar que se ve ahora coartado- surgió la exagarada valuación del llamado "cine arte", en general aburrido y la mayoría de las veces pésimo. En un momento se combatió a Hollywood con Godard, hoy sólo se lucha contra Godard. De ese confuso gérmen de rebeldía ha nacido la decisión -personal- de tratar con suma dureza a los cineastas que por buscar ser distintos, empequeñecen lo que sólo puede ser majestuoso, y enaltecer al dinero bien invertido, hasta extralimitarse con halagos y puntuaciones elevadas, pues al menos demostraría que el dinero capitalista bien invertido y el marketing caníbal pueden hacer la diferencia, evitando el suicidio de varios desesperanzados utopistas.
En esta tónica, vamos a separar lo argumental, desgajarlo ilícitamente de la totalidad del film en una arrebato de absurda analítica, y enfatizar el fantástico empleo de las inseparables hermanitas fotografía y montaje. Por el vibrante ritmo de un film que puede analogarse en tempo a The Dark Knight, la "precuela" de las tantas versiones de El planeta de los simios adquiere el vértigo suficiente como para subsanar sus facciones políticas algo superficiales (lo que en films directamente políticos como El estudiante no debe perdonarse). La contraparte técnica -como ha destacado el colega Harguindey- es que el uso excesivo de computadoras en la creación de los monos, va ciertamente en detrimento del ansiado maquillaje que todo cinéfilo espera como pilar esencial de este tipo de creaciones.
Ahora sí, the plot. Virtuoso en un doble sentido. Primero, por una coherencia que complace en su ridiculez y, segundo, por albergar metáforas polisémicas y borrosas (abarcando derechos de los animales, la contaminación, el capitalismo, la democracia , etc.), y, al no ser claras, no dan indicios de interpretaciones lineales únicas. De hecho, si nos atuviéramos a algunas de ellas pensaríamos cosas como "si el escape de los monos es el éxodo judío, entones el desastre que viene luego... (y no digo más, si no plot spoiler)", y desde ya cerrarían esta página y el pobre Rupert Wyatt tendría la misma suerte que Mel Gibson, vivir en el catolicismo con millones de dólares en una incesante producción de films históricos mediocres.
Rise of the planet of Apes (dirigida por Rupert Wyatt) construye su trama alrededor del intento del joven científico Will Rodman (James Franco) de alcanzar la cura del Alzheimer, enfermedad padecida por su padre (John Lithgow), para el cual la empresa Gen Sys dispone de simios en quienes realizar todo tipo de pruebas -que podrían haber sido más crueles y haber mejorado la obra, pero Hollywood sí es condescendiente. El resultado ambiguo de los experimentos insta a la empresa a cesar con dichos experimentos, mas Will prosigue las investigaciones con su progenitor y un nuevo miembro de la familia, César, quien a pesar de ser un simio, rápidamente adquiere habilidades asombrosas. Y si todo parece estar más o menos bien es porque el quiebre esperado vendrá y, queridos amigos, vendrá de la mano de la estupidez humana.
Esta descripción sumaria del argumento bastaría para mantener buenas líneas de balacera contra la obra, y, no obstante, puede también optarse por entronar el cuidado del guión y la dirección de un film que tiene como mejor aliada a la paciencia. El frenetismo no puede derivarse sino de esta virtud y de otra más crucial aun: la multiplicidad de géneros albergados en suave río de escenas, sin tajantes y molestas marcas para llevar la atención a otro lugar que el relato mismo. El terror y la ciencia ficción conviven en un thriller de masas sin cinefilia.
Steven Spielberg se está poniendo viejo, Hollywood debe renacer con sus millonadas e invertirlas en estas poderosas armas de placer e ideología. Ya sabremos combatir a lo uno y a la otra.