Mono sapiens
Existían ciertos resquemores cuando se habló del proyecto de una precuela sobre la saga legendaria El planeta de los simios (1968). Teniendo en cuenta la fallida remake del 2001 a cargo nada menos que de Tim Burton, la creciente desconfianza guardaba lógica más allá de jugar todas las fichas al avance de la tecnología y la digitalización, hoy capaz de producir milagros cinematográficos.
Finalmente, se disiparon las dudas y hoy puede decirse en primer término que El planeta de los simios (R) evolución es una película más que digna que funciona tanto como precuela; como ejercicio de nostalgia; como un film con un hondo planteo filosófico detrás y claro está en su carácter de producto bien elaborado y entretenido.
Esa ''R'' que se cuela en el titulo permite varias alusiones: es una r de revolución llevada a cabo por los primates que se rebelan ante la arrogancia de los humanos y ante las condiciones de encierro a la que son sometidos, pero también es una r que representa el dominio de la razón o al pensamiento racionalista esencialmente.
Esa idea que se entronca conceptualmente con el término de evolución (¿o involución?) marca el primer conflicto desarrollado a partir de la figura del chimpancé César (Andy Serkis), cuya madre, Ojos brillantes, luego de ser capturada por cazadores furtivos en su hábitat natural y salvaje, es utilizada como conejillo de indias por el científico Will Rodman (James Franco) en sus pruebas de una droga ALZ 112, la cual permite la regeneración celular y aumenta la inteligencia exponencialmente.
Sin embargo, este científico con complejo de Dios tiene por objetivo aplicar -en la segunda fase- la droga en humanos para curar el mal de Alzhéimer, enfermedad que contrajo su padre (John Lithgow), quien se encuentra en pleno deterioro de sus facultades mentales.
Pese al rotundo fracaso de la droga aplicada en Ojos brillantes, que experimenta un comportamiento violento -inexplicable a los ojos de los humanos- y del posterior cierre de la investigación, Will logra salvar al pequeño simio, adoptado bajo el nombre de César (como el gran conquistador, personaje que aparece en la cuarta entrega de la saga La conquista del planeta de los simios del año 1972), cuyo coeficiente intelectual es sumamente superior al de los miembros de su especie por haber adquirido en los genes aquella droga.
Rápidamente, el simio se adapta a una vida doméstica (brillante utilización de las elipsis); aprende a comunicarse por medio del lenguaje de señas y crece –escondido y oculto a la vista de los vecinos- en un clima de paz y confort junto al padre de Will, quien también posteriormente será conejillo de indias de su hijo debido a que aquél logra extraer algunas muestras de la droga y utiliza el antígeno para detener la evolución de la enfermedad.
Sin anticipar más datos de la trama, sólo resta decir que César será encerrado junto a los de su especie en un refugio y alejado de su familia humana, una vez crecido.
El otro personaje importante en la historia es el de la primatóloga Caroline (Freida Pinto), quien advierte a su pareja Will sobre los peligros de la domesticación y cuestiona su actitud omnipotente y su cerrazón mental ante una realidad que no podrá cambiar.
Resulta casi redundante mencionar las virtudes a nivel técnico de esta película para la que sólo cabe el término impecable. En cuanto a la dirección del británico Rupert Wyatt, quien debutara con la muy interesante The escapist (2008), film que maneja los tópicos de drama carcelario igualmente reflejados en la segunda mitad de este nuevo relato.
Rupert Wyatt demuestra pulso narrativo en cada escena de acción al servicio de la historia y no de los efectos visuales; no abusa del vértigo y el movimiento epiléptico de la cámara para generar tensión y sabe encontrar los momentos justos para la emoción y la expresividad en los macacos, en contraste con la frialdad e inexpresividad de los hombres, salvo en el caso del protagonista (muy buen desempeño de James Franco) y de su pareja.
La pregunta que se desprende en esta precuela es ¿quién es el animal? No simplemente por el maltrato hacia los simios sino más profundamente por las consecuencias generadas a partir de la ambición, el egoísmo, la pedantería y la ignorancia humana.
Creo que en el desenlace (cabe aclarar que pegado a los créditos finales hay una clave para responderla) puede comenzar a ensayarse una respuesta.