Todos unidos triunfaremos
A la par de la original.
Para muchos, El planeta de los simios , la película original de 1968, con un Charlton Heston desconcertado al advertir que ese Planeta de los simios, no era otro que la Tierra, es un clásico indiscutible, una obra maestra y, como tal, intocable e inmodificable.
La película que hoy recupera la saga no es una remake de aquel filme, sino que replantea todo desde el vamos. En tiempo presente, el científico Will Rodman (un James Franco de un solo gesto) está desde hace cinco años tras la mutación de un virus que sirva para regenerar o mejorar la capacidad cognitiva. Tiene su propia razón: su padre (John Lithgow), un eximio músico, padece Mal de Alzheimer. Pero en Gen Sys, el laboratorio para el que trabaja, sólo le permiten testearlo con simios.
Y pasa lo que usted ya imagina: algo no sale bien (Ojos brillantes, la que mejor responde al virus, de pronto reacciona mal, y ataca, pero el motivo no es por el virus 112), y Will termina llevándose a una cría a escondidas a su hogar. César irá creciendo y demostrando que recibió estando en la panza de su madre el virus, por lo que tiene un coeficiente intelectual mayor al de muchos de los cineastas del Hollywood actual.
El planeta de los simios (R)evolución) tiene muchas diferencias con las anteriores películas de la saga. Por un lado, los simios no son actores o extras disfrazados o con maquillaje, como aquella gloria primitiva o la extrañamente aburrídisima versión de Tim Burton de 2001. No. César, cuando ya es un macho de 7 años, es interpretado por Andy Serkis, a través de la performance capture , y el actor, que ya trabajó de la misma manera para “ser” Gollum en la saga de El Señor de los Anillos , que fue King Kong y será el capitán Haddock en Las aventuras de Tintín , ya a estas alturas se merece un premio. Llamése Oscar o lo que fuera, porque aunque no lo veamos, Serkis siempre está. Y está my bien.
Y otra disparidad está directamente relacionada con la actuación de Serkis/César. Porque el protagonismo del simio, que sufre el maltrato cuando lo encierran junto a otros de su especie, es fundamental, ele eje de una película netamente dividida en dos, y no necsariamente la segunda -la de las escenas de acción- es la mejor.
Pero si tal vez la composición de Serkis/César -y de los otros simios, orangutanes o chimpancés que harán la rebelión- opaca la de Freida Pinto (de Slumdog Millionaire ), Brian Cox o Tom Felton (Draco Malfoy en Harry Potter ), todo ello hace que la empatía con los supuestamente malos nos deje pensando o mascullando ideas.
Al margen de homenajes varios, que las nuevas generaciones pasarán o no por alto, por supuesto que el filme deja flotando en el aire preguntas del tipo qué nos hace humanos y qué nos diferencia de los simios y un final perfecto. Perfecto para cerrar la película y para abrir un asecuela, se entiende.