No todo lo que brilla es oro
Matthew McConaughey hace de un empresario minero que se interna en la jungla de Indonesia en busca de oro.
En su eterna huida del mote de galán, Matthew McConaughey es uno de esos actores a los que les encanta cambiar por completo su aspecto físico. Lo hizo en True Detective, en Dallas Buyers Club, y aquí lo tenemos irreconocible otra vez, semi calvo y panzón, para darle credibilidad a Kenny Wells, heredero de una empresa minera que apuesta sus últimos billetes a la búsqueda de oro en Indonesia. Junto a un reputado geólogo, se interna en la jungla de Borneo y, contra todos los pronósticos, hace realidad esa quimera. Pero…
El guión está basado en el escándalo de la empresa canadiense Bre-X en los años ’90, considerado uno de los mayores fraudes en la historia de la minería. Este es uno de esos fascinantes cuentos de ascenso y caída, que se tornan aun más atractivos cuando tienen raíces en un hecho real e involucran un hecho delictivo.
Stephen Gaghan, que vuelve a dirigir once años después de su anterior película (Syriana), lo presenta sin demasiada originalidad: con una voz en off que, desde un presente decadente, vuelve a un pasado deslumbrante. Una fórmula tan remanida como eficaz que, en el apogeo del relato, siempre incluye un videoclip con la febril actividad del protagonista al ritmo de una banda sonora que suele ser, como en este caso, potente (Pixies, Joy Division, Talking Heads, Iggy Pop). Estos clichés narrativos le restan algo de potencia a la historia, pero de todos modos El poder de la ambición (pésimo título local para el más directo Gold -oro- original) tiene varios focos de interés.
Por un lado, el personaje de McConaughey, un alcohólico idealista, menos interesado en el dinero que en la épica del descubrimiento, capaz de arriesgar su vida en su intento de acuñar la gloria del self made man. Por otro, su misterioso socio, Michael Acosta (a cargo del venezolano Edgar Ramírez) y el extraño vínculo que establece con Wells. Y el éxotico escenario de sus aventuras: la Indonesia gobernada por el dictador Suharto, que se destaca aun más en contraste con Wall Street y Nevada. Son ingredientes que le ponen condimento a esta suerte de frenético viaje por una montaña rusa, donde nunca podemos estar completamente seguros de lo que va a pasar a continuación.