Además de la presencia de una siempre convincente Kate Winslet, en el rol de una exitosa modista culpable de asesinato que vuelve a su pueblo natal, el relato propone un "mix" de géneros y personajes extravagantes.
La moda funciona en este relato como una excusa para contar la historia de venganza llevada a cabo por Tilly Dunnage -Kate Winslet-, una glamorosa modista que regresa a su hogar en Dungatar, Australia, en los años cincuenta luego de trabajar en exclusivas casas de moda de París.
Su llegada tiene como objetivo cerrar heridas del pasado en este pueblo donde no es vista con buenos ojos, ya que es culpable de un asesinato cometido años atrás. Armada con su máquina de coser y con una impronta que revoluciona a las mujeres del pueblo, Tilly se reencontrará con Molly -Judy Davis-, su madre enferma y ermitaña, y caerá rendida ante el escultural Teddy -Liam Hemsworth, el actor de Los juegos del hambre-.
El poder de la moda -The Dressmaker- tiene ecos de Las aventuras de Priscilla, la reina del desierto, pero su mirada está puesta en una descripción costumbrista que presenta a personajes extravagantes. Nada importante parece suceder en ese polvoriento lugar en el que la envidia y la codicia son moneda corriente. Por allí desfilan el policía del pueblo que se inclina por la ropa femenina -Hugo Weaving, casualmente intérprete de Priscilla-, un médico jorobado, vecinas celosas y hasta una compañía de teatro itinerante que acude a Tilly para confeccionar el vestuario de la obra que presenta.
El film de la directora Jocelyn Moorhouse es una combinación de historia romántica -con una escena nocturna en lo alto del silo-, thriller -venganza de mujer- y toques de western y, aunque no siempre funciona en el tono y en las múltiples aristas que desarrolla, resulta un producto elegante, de alta costura, rico en contrastes y con una siempre convincente Kate Winslet que eclipsa con su sola presencia, además de una Judy Davis entregada a un personaje desagradable. Entre flashbacks, una infancia marcada por el crimen y las culpas de un pasado siniestro, el pedal de la máquina de coser no parece detenerse.