El diablo viste como se debe
Dungatar, un pequeño pueblo de Australia donde todos se conocen con todos y los rumores corren con velocidad, la monotonía se verá interrumpida cuando vuelva Myrtle “Tilly” Dunnage (Kate WInslet) una modista de alta costura exitosa en París pero que siendo aún una niña fue apartada del pueblo ya que se la acusó del asesinato del único hijo del hombre más importante del pueblo. Myrtle debe saldar cuentas pendientes y cuidar a Molly (Judy Davis), su madre enferma. Con sus conocimientos de moda le dará a las mujeres del pueblo un toque de distinción y aunque su motivación es esclarecer su caso, le dará lugar al amor al reencontrarse con Teddy (Liam Hemsworth).
Hay que decir que el nombre que se le dio no sería el más acertado, no es una película sobre moda, tiene a la moda como ingrediente pero es una historia sobre deudas pendientes en un pueblo donde todos están encasillados en un rol.
A casi 20 años de su anterior película, Jocelyn Moorhouse dirige y co-escribe el guion que resulta una mezcla entre drama y comedia con algunos diálogos ingeniosos y varias tramas que tienen a aquellos habitantes del pueblo que más interactúan con la protagonista como centro, cosa que no funciona tan bien ya que se interponen en el verdadera trama de la historia, la que incluye esa muerte del pasado.
Kate Winslet compone un personaje a su medida pero en actuaciones quienes más se destacan son Judy Davis como la demente madre que ha visto trastocada su vida cuando su hija fue separada de sus brazos y Hugo Weaving, como el policía del pueblo que esconde algo.
Técnicamente hay que destacar la fotografía que retrata los parajes de ese pequeño pueblo en Australia de los 50 y el soberbio diseño de producción que se ve reflejado en las prendas de alta costura.
El Poder de la moda es una película interesante que podría haber sido mejor pero atrapa incluso a quienes no esperan mucho de ella.