Protagonizada por Kate Winslet y basada en la novela homónima escrita por Rosalie Ham, El poder de la moda (The Dressmaker, 2015) presenta personajes complejos en una historia que atrapa sólo por momentos. La película dirigida por Jocelyn Moorhouse no logra convencer, a pesar de contar con buenas interpretaciones.
Después de vivir varios años en París donde se convirtió en una modista reconocida, Myrtie “Tilly” Dunage (Kate Winslet) regresa a su pueblo natal en Australia dispuesta a vengarse de los habitantes que la culparon de haber cometido un hecho dramático cuando era niña. Pero además de enfrentarse a la mirada de la mayoría de las personas, con excepción de Ted (Liam Hemsworth), ahora Tilly debe cuidar a Molly (Judy Davis), su enferma y testaruda madre.
El poder de la moda se inicia con una idea que parece que va a ser efectiva. Y en algunas escenas lo consigue gracias a la actuación de Winslet y a la correcta ambientación de los años ´50. Sin embargo, tiene giros argumentales que resultan fallidos porque desvirtúan lo que plantea al comienzo.
El film de Moorhouse expone varios géneros, entre los que sobresalen el wester, el romántico y la comedia negra. Pero la forma entreverada en el que son desarrollados no permite apreciar ninguno en su totalidad. Y el resultado es una mixtura de sensaciones que se asemejan a lo disparatado.
Lo más destacable de El poder de la moda es la historia que moviliza a su protagonista. Porque la sed de venganza puede ser un atractivo válido para el espectador. Y termina siendo la arista más interesante dentro de un contexto excéntrico.