Australia, años 50. Tilly Dunnage (Kate Winslet) vuelve a su pueblo natal, Dungatar, luego de que la expulsaran tras ser acusada de algo terrible en su infancia. Después de pasar gran parte de su vida como modista en París, su buena mano para diseñar vestidos a las lugareñas le dará una oportunidad de arreglar las cosas con el pasado, o al contrario, empeorarlo todo definitivamente.Sí, el nombre que le pusieron a The Dressmaker en Latinoamérica no es uno de los más motivadores para gran parte del público. Pero primero que nada les quiero avisar que no estamos ante un film centrado únicamente en la moda, con todos nombrando a grandes diseñadores que quizás muchos (me incluyo) no conozcan.No, de hecho El Poder de la Moda trata sobre otra cosa. Y mientras uno ve el film se da cuenta que la moda está usada como excusa para contarnos una historia de aceptación tanto personal como con la comunidad donde uno vive, y qué tanto nos importa lo que digan de nosotros. Bien podría ser moda, alguna virtud deportiva o la pericia para fabricar algo que mejore el estilo de vida de los lugareños.Como suele pasar en las poblaciones rurales pequeñas, los chismes corren y cualquiera que no caiga bien a alguien puede ser objeto de alguna difamación; y esto es lo que padece nuestra Tilly Dunnage; quien usando sus conocimientos de alta costura empieza a ganarse el corazón de todos, principalmente las mujeres.Pero no todo es bueno en El Poder de la Moda. El problema más evidente que notamos es que la guionista Jocelyn Moorhouse (que a la vez fue la directora del film) nunca se decide si quiere contarnos un drama de redención, o una comedia de situación. De hecho el film tiene varias escenas dramáticas, que cuando empiezan a hacernos sentir empatía con la sufrida Tilly, son seguidas de algún gag que seguramente sacará de contexto al espectador, que no entenderá que acaba de pasar.A esto hay que sumarle que a la película se la siente un poco larga en metraje para lo que quiere contar, y en más de un tramo vamos a sentir que se rellenó más de lo necesario. Si bien no leí la novela en que está basado el film, algo más de ritmo le hubiera venido bien para agilizar la trama y no se sienta tanto esa sensación de rara mezcla entre comedia y drama que nunca termina de funcionar del todo.El Poder de la Moda es entonces una aceptable película, a la que quizás le sobren unos veinte minutos, pero que de todas formas puede conectar con cualquier tipo de público, pese a que la temática de la moda a muchos hombres no les inspire demasiada confianza para ir a verla al cine. Eso sí, si son parte del público masculino que irá a ver la película en pantalla grande, seguro no se van a quejar cuando las mujeres usen determinados vestidos.