Una pena, penísima. Ahí hay un elenco lleno de talento (Kate Winslet, Judy Davis, Hugo Weaing) y ahí también está el paisaje australiano, ese desierto antiutópico donde puede suceder cualquier cosa. Cualquiera que conozca el cine de ese país sabe que es un territorio excelente para el cuento extraño, del género que fuere. Aquí tenemos la historia de una mujer que vuelve al pequeño pueblo del que ha debido irse ante acusaciones falsas de asesinato. Esta mujer es, a la vez, una modista entrenada en París y ha de ocuparse de su madre enferma. Como en cualquier historia de esquema “Mary Poppins” (el extraño que viene a alterar un mundo abúlico), hay algo de cuento de hadas en la manera como la Winslet inyecta moda en ese lugar estático y, de paso, lleva adelante su propio deseo de venganza. Pero Jocelyn Moorehouse (aquella de la bella Proof) está demasiado preocupada por decir algo en lugar de que lo digan las imágenes. El problema no es el feminismo, sino el subrayado. Lástima.