La venganza se cose con glamour
Kate Winslet es una modista que triunfa en París y regresa a su pueblo australiano a saldar asuntos pendientes.
Es una combinación de géneros, que por momentos parece una confabulación, porque la australiana Jocelyn Moorhouse (La prueba) salta del absurdo a lo extravagante y roza lo bizarro. El poder de la moda es thriller, comedia, drama, filme romántico y sátira a la vez.
Tilly Dunnage (Kate Winslet, como siempre estupenda) regresa a Dungatar, el miserable por varias cuestiones pueblito donde pasó su infancia. Son los años ’50, y Tilly retorna convertida en una modista que ha trabajado para importantes firmas parisinas. Trae su valija y su máquina de coser. No es sencillo: apenas llega se encuentra con las hostilidades de quienes aún sostienen que hace décadas asesinó a un compañero de escuela, y su madre, enferma (Judy Davis) no sale de la casa hecha un desastre (la casa y la madre) y hasta finge no reconocerla.
La cosa es que Tilly está dispuesta a coser las heridas del pasado, si bien no recuerda exactamente qué pasó con el muchacho que murió. Viene a poner las cosas en regla, como mujer decidida que es, a no dejarse avasallar y a revolucionar a la burguesía local.
Dispuesta a investigar qué fue lo que pasó -se ve que el estado mental de su madre se le debe haber colado en los genes-, porque lo bloqueó de su memoria. Habrá flashbacks para ver el comportamiento sádico del pequeño, que como era hijo de un importante funcionario del pueblo...
Tilly también enloquece con sus modelos de ropa a las mujeres, y los personajes secundarios, como Teddy, el galán vecino que compone Liam Hemsworth (Los juegos del hambre), o el policía que se trasviste, Hugo Weaving (el malo de Matrix) forman parte de este vodevil, gracioso, por momentos sin pies ni cabeza.
Winslet está casi todo el tiempo en pantalla, lo que garantiza no sólo la atención del espectador, sino que el punto de vista del personaje sea en la práctica el del director, y que desde la butaca se siga la enloquecida trama acompañándola sin más vueltas.
Entre el glamour y la venganza, El poder de la moda es un filme atípico, por esos saltos ornamentales entre géneros, que demuestra la pujanza, la versatilidad y el arrojo de cineastas australianos, sin importarles el qué dirán.