Luego de comenzar su carrera cinematográfica en Criaturas celestiales, Kate Winslet vuelve a una producción australiana, de la mano de El poder de la moda.
En los años cincuenta, Tilly Dunnage (Kate Winslet) viaja desde Paris a su Australia natal, a Dungatar, para reconciliarse con su madre, Molly (Judy Davis). Tratará de buscar venganza por un triste hecho no del todo resuelto de su infancia. En el medio, transformará a las mujeres del lugar y conocerá el amor en los brazos de un lugareño.
La directora Jocelyn Moorehouse (La Prueba, Cosas que nunca se olvidan) quien junto con P. J. Hogan son autores del guión que adapta la novela de Rosalie Ham, eligieron varios tonos, la comedia, la tragedia, el drama, el western y la fábula de venganza, en el entorno de “pueblo chico, infierno grande” para pintar una aldea (el lugar parece una maqueta de pequeño que es) cargada de prejuicios y rencores. Película de grandes contrastes, la protagonista arriba vestida con el new look de Dior de los cincuenta a un lugar por demás polvoriento y esos contrastes se traducen también en impensados, y casi gratuitos giros dramáticos que causan desconcierto.
Hay momentos en los cuales El poder de la moda pretende ser un western en el que la mujer que llega tiene una máquina de coser en lugar de un arma. Si tenemos en cuenta que los vestidos que confecciona parecen tener propiedades curativas en la salud mental de las mujeres que los visten, nada puede ser tomando muy en serio, aunque en algún momento El poder de la moda carga las tintas con su dramatismo. Pero no al estilo más deliberado del pastiche de otro australiano, como Baz Luhrman, que por cierto también patinó en su película Australia de manera similar, sino con menos ambiciones y mayores lugares comunes y torpezas.
Si El poder de la moda logra salvarse de un naufragio total, es gracias a un elenco que va modelando de manera más fina lo que en el guión son puntadas gruesas, Kate Winslet, Hugo Weawing , Sara Snook, Judy Davies y Liam Hemsworth juegan al límite entre la solvencia y el cartoon.
El poder de la moda es un cocktail de géneros, en el cual cada uno de los excesos de ellos hace que uno salga del cine bastante mareado por el resultado final.