Andar y desandar
Con otro gran trabajo de Isabelle Huppert, El porvenir (L'Avenir, 2016) aborda temas universales como el paso del tiempo, la madurez, la pérdida del idealismo y el diálogo generacional, a partir de las vivencias de una profesora de filosofía.
Mia Hansen-Løve, directora de Un amor de juventud (Un amour de jeunesse, 2011) y El Padre de mis Hijos (Le père de mes enfants, 2009), nos ofrece con El porvenir otra prueba de su talento, sobre todo a la hora de graficar el impacto de las emociones en la vida de sus personajes. Aquí el eje está puesto en Nathalie, una profesora de filosofía un tanto desencantada con su trabajo y con sus alumnos, a quienes los ve un tanto ingenuos. Mientras que ellos actúan merced a su prédica contestataria e idealista, ella ya tiene una vida estandarizada y metódica, concentrada esencialmente en el universo familiar. Tal vez (como más adelante se lo harán saber) sea su cotidiano burgués el responsable de que no pueda comprender aquella efusividad juvenil.
Si bien la película gira en torno a los temas ya apuntados, no existe uno más importante que otro. Hay una clara concentración en el devenir de los múltiples asuntos, que son varios: el alejamiento de los hijos, la ruptura matrimonial, la enfermedad de la madre y el encuentro con un ex alumno (y la observación de su forma de vida). En suma: el paso del tiempo, con su modo de “sacudir” lo que hasta entonces ofrecía estabilidad. Nathalie –con esa máscara tan parca y fría, tan huppertiana- hará lo que pueda para poner calma a cada uno de los problemas, pero el drama interno no cederá y tanto en sus risas como en su llanto se verá el resquebrajamiento de su mundo interior.
El porvenir es una película “de personaje”, pero al mismo tiempo tiene una variedad de secundarios que ocupan un lugar jamás accesorio; los hijos, el marido, la madre, el alumno. Cada uno de ellos nos permite comprender más a Nathalie. El hecho de que su especialidad sea la filosofía habilita que la película nos provea un debate por las ideas. Ideas a las cuales ella parece haberse aferrado, con la finalidad de sostenerse en su sistema de creencias. La película -que, por momentos, mira con ironía el idealismo juvenil- no las cuestiona. Con madurez las exhibe, las pone en debate. Y de ese modo nos invita a conocerlas y repensarlas, a identificarnos con algo por lo que pasaremos, por lo que ya hemos pasado, o por lo que –suponemos- pasaremos alguna vez.