Después del éxito de "Gilda, no me arrepiento de este amor" (2016), la realizadora Lorena Muñoz tomó la decisión de dirigir "El Potro", sobre la vida de Rodrigo, aún a riesgo de repetirse. Tanto Gilda como Rodrigo fueron cantantes populares que tuvieron un final trágico, aunque sus personalidades y sus fugaces carreras está atravesadas por varias diferencias. La directora no cae en la tentación de hacer una "película gemela", pero curiosamente comete otros errores. "El Potro" es un biopic musical clásico. Y en ese sentido tiene algunos hallazgos: el retrato de la intensa relación de Rodrigo con sus padres (muy bien interpretados por Daniel Aráoz y Florencia Peña) y con su manager (Fernán Mirás); la elección del debutante Rodrigo Romero como protagonista y la influencia del cine de Leonardo Favio (en especial de "Gatica el mono"), aunque esto se registra sólo en las formas. Lamentablemente, estos aciertos no llegan a compensar las falencias. La película se ve como fragmentada y falta un punto de vista. Pasa por muchos temas, pero no profundiza en ninguno. Y lo que más llama la atención es que, salvo por la famosa seguidilla de 13 Luna Park repletos, no hay referencias concretas a la enorme popularidad que tenía Rodrigo, su repercusión mediática y su carisma. El final trágico llega como arrebatado, y si conmueve es por excelencia técnica de las tomas, y no por el arco dramático que tendría que haber dibujado el protagonista.