Talentoso, carismático, provocador, magnético. Tocado por la varita. Un hito nacional. Eso fue Rodrigo Bueno. Rodrigo. El Potro. Amado por muchos, pero querido por todos. Quizá el hecho de haberse ido antes de lo esperado, inmortaliza aún más su figura. Muchas de estas características podrían atribuirse tranquilamente a otra cantante tropical argentina, la recordada Gilda. Y sí, después de haber realizado una excelente labor dirigiendo “Gilda, no me arrepiento de este amor”, Lorena Muñoz se ganó el derecho a llevar al cine la historia del mítico cuartetero de Córdoba. Y, nuevamente, dio en el blanco.
Con la misma estructura narrativa que su anterior película, con el típico formato clásico de una biopic, la cineasta nos acerca la historia de Rodrigo Bueno. Oriundo de Córdoba (y andaba sin documentos), desde joven triunfó en la música tropical, siempre apoyado por su familia, pero tristemente falleció en un trágico accidente automovilístico a la temprana edad de 27 años, no sin antes caer en algunos vicios poco sanos que le hicieron problemas en su carrera y vida personal. Una gran responsabilidad se había puesto en la espalda con Gilda y repitió compromiso con el cordobés. Y como ya dijimos, no falló en ninguna.
Al analizar “El Potro: Lo mejor del amor”, es imposible no caer en comparaciones con la anterior cinta de Lorena Muñoz. Ambas tienen un buen ritmo, entretenido y sin altibajos (o con los necesarios), y tienen la peculiaridad de parecer acorde al tono de la música que corresponde a cada uno de los intérpretes. La de Gilda, más tranquila y sensible. Y la película de Rodrigo, más frenética, rápida, aunque tampoco sin dejar las emociones de lado.
Concretamente, la historia del Potro está perfectamente narrada, con un guión sin baches, y personajes empáticos y relacionables con la cultura argentina. Además, tiene una virtud que la enaltece más. Esta es la gracia natural del personaje de Rodrigo, quien, junto con sus músicos o familiares, nos logra sacar más de una sonrisa en gran parte del film. Cabe aclarar que, a pesar de oscilar con esa faceta cómica, nunca pierden fuerza las escenas dramáticas, fundamentalmente en dos secuencias claves de la película que preferimos no anticipar.
Rodrigo Romero, además de su parecido físico con el cantante, cumple con creces brindando una actuación con un gran espectro interpretativo. El resto del reparto lo acompaña muy bien, con buenas actuaciones de Florencia Peña y Daniel Aráoz como sus padres, pero el que termina sorprendiendo es Fernán Mirás, con un rol para el recuerdo, totalmente conmovedor e inesperado.
Con la biopic de Gilda ya había desplegado su talento, pero con Rodrigo pareciera haberlo perfeccionado. Lorena Muñoz trae un film más maduro cinematográficamente hablando y, a pesar de repetir la estrategia narrativa previa, se arriesga un poco más a la hora de contar ciertos episodios de la vida de Rodrigo.
En síntesis, “El Potro: Lo mejor del amor” es una película completa, redonda, que conmueve y sensibiliza a la audiencia con extremada fuerza, gracias a ese talento innato que ofrece la directora para acercarnos personalidades icónicas con una destreza impresionante. Personalmente, uno de los mejores estrenos argentinos del año.