¿Un retrato del ídolo?
Emblema de la música popular, su pérdida fue llorada por gran parte del país. Se fue joven, dejando un legado artístico que perdura hasta nuestros días. La historia de Rodrigo Bueno, “El Potro, lo mejor del amor”, llega a dos años del estreno de “Gilda, no me arrepiento del amor”, y por esas características mencionadas, más el hecho de que dirección y guión estuvieron a cargo de las mismas personas (Lorena Muñoz y Tamara Viñes), la comparación es inevitable y quizás ese sea el punto que más perjudique a esta nueva biopic.
“El Potro...”, obviamente se mete en la historia de Rodrigo, desde su adolescencia, cuando lo único que ansiaba era cantar, hasta que logró éxito en todo el país; se convirtió en la cara del cuarteto a fines de los 90 e inicios de 2000, y falleció en una tragedia que todos recuerdan. El problema de recrear su vida, era encontrar un intérprete que esté a la altura de las circunstancias, pues el cantante era puro carisma, y a la vez un artista con mucha frescura.
Apareció Rodrigo Romero, también cordobés de un parecido increíble. Si bien la idea de Muñoz era no emular exactamente al cuartetero, sí debía existir alguien que encaje con el physique du rôle de forma correcta, para que el público conectara con la historia. Beatriz Olave, madre del cantante, primero advirtió que no opinaría del filme, y luego se mostró enojada porque según ella "me prometieron un homenaje, pero es la historia de una mujer despechada".
Evidentemente molesta por lo mostrado, Olave se refiere a que en la historia se hace hincapié en el romance de Rodrigo con Patricia Pacheco (interpretada por Malena Sánchez), madre de su hijo Ramiro. Sin embargo, una fuerte apuesta de la producción fue justamente no obviar ninguna situación conflictiva u oscura del Potro, algo que podría haber sido más fácil, dada la cantidad de seguidores que tiene.
En cambio, varias escenas tienen que ver con sus excesos, su fama de mujeriego y hasta algunos episodios de maltrato, que es lo que podría haber molestado a la familia del artista. Desde ese lugar cobra significado el simbolismo de "Potro", y del subtítulo con el que se promociona la película, que reza "Nada puede domar tu espíritu".
Lejos de ser juzgado como villano, Rodrigo en el filme es responsable, para bien o para mal, de sus pasiones. Más allá de que se trate de una obra artística, que no necesariamente se ata a la realidad como debería ser un documental por ejemplo, con toda la polémica creada en su entorno, la duda que ronda por el aire es si “El Potro, lo mejor del amor” es un retrato de un ídolo, una recreación, o un drama que simboliza su vida frenética, que no oculta la realidad pero tampoco se ocupa de la verdadera historia.