Todos recordamos dónde nos encontrábamos y lo que estábamos haciendo cuando nos enteramos de que Rodrigo había muerto.
Sus últimos meses de vida marcaron con fuego a casi todos los argentinos y fue llorado por millones.
El potro intenta dar una explicación, desde el lado humano y más allá del mito, esa leyenda.
La verdad es que me quedé con ganas de más y que una sola película no alcanza (hay una serie en marcha), pero aún así sentí euforia, empatía, emoción y tristeza en el cine.
A diferencia de lo que hizo en Gilda (2017), la directora y guionista Lorena Muñoz fue un poco más cruda en varios aspectos. Pero, sobre todo, en la estética, aquí un poco más “trash”, y un montaje más rápido.
Decisiones muy apropiadas y en correlato con el personaje. Ya que Rodrigo tuvo momentos muy oscuros por abusos de sustancias.
Tal como Natalia Oreiro en Gilda, aquí la clave pasaba por encontrar al protagonista indicado. Y Rodrigo Romero, un albañil cordobés que se presentó a un casting hace un año, no solo fue el indicado, sino que es una especie de reencarnación del cuartetero.
Su laburo es impresionante y también increíble, más teniendo en cuenta que no tiene una formación actoral y que esto es lo primero que hace.
El resto del elenco está a la altura. Empezando por el siempre genial Fernán Mirás, el actor que le hace bien al cine argentino, no importa el género o el papel que interprete.
Como “Oso”, un manager un tanto atípico, demuestra una vez más su amplitud y versatilidad.
Malena Sánchez está muy bien, al igual que Florencia Peña y Jimena Barón, está última mereciendo más tiempo de pantalla del que tuvo.
Como dato adicional, cabe mencionar que los músicos originales de la banda e incluso Ramiro Bueno, el hijo de Rodrigo y sobreviviente al accidente que le quitó la vida, tienen participaciones.
Ahora bien, por supuesto que el otro gran atractivo de la película es la música. Un hit tras otro que es imposible no tararear o no mover los pies bajo la butaca.
Eso tenía (tiene) Rodrigo, una capacidad enorme para transmitir euforia y alegría a través de sus letras. Y el cine no le fue esquivo.
En lo personal, me hubiera gustado que la película retrate un poco más su vida mediática y su relación con Maradona (falta la canción “La mano de Dios”).
No tengo nada negativo para objetarle al film salvo por el golpe bajo del final, que por cierto, está muy bien filmado, y a la vez, transmite mucho.
En definitiva, El potro es una excelente biopic de una persona que se convirtió en mito.