El desprecio a la vida
Durante dos décadas, un abogado investigó la contaminación química que ocasionaba la gigante DuPont Corporation, con consecuencias eternas y mortales para todo ser vivo. El precio de la verdad (Dark waters, 2019) nos trae una historia para reflexionar sobre el cuidado del medioambiente y el valor a la vida.
En el año 2000, Julia Roberts se ponía en la piel de Erin Brockovich, una empleada jurídica sin formación que investigó y demostró la contaminación de una empresa, convirtiéndola en un referente cinematográfico del drama legal. Hoy, con El precio de la verdad, estamos otra vez en presencia de una obra donde un representante jurídico batalla contra el poder corporativo. Una película basada en un caso verídico donde, lejos de edulcorarla o maquillarla para resultar atractiva para las grandes masas, el acierto radica en mostrarla visceral, desalentadora y cronológica.
Precisión en cada dato histórico, un Mark Ruffalo en plena forma (cada vez más estrella) y un guion capaz de convertir en thriller un drama sombrío son los argumentos necesarios para confirmar que El precio de la verdad es la mejor película jurídica desde Erin Brockovich. Dirigida por Todd Haynes (Carol), el relato y la estructura no sorprende. Rob Billot, un joven abogado, de reciente incorporación como socio del bufete, se intriga en un caso de contaminación en el pueblo en el que es oriundo. Los animales se enferman, sufren y mueren. A partir de allí, la profundidad de la investigación nos incorpora en esta lucha de hormiga frente a la inmensidad. A puro riesgo, se vivirá el vértigo de conclusiones terroríficas teniendo al teflón como protagonista omnipresente.
Si bien el peso de la película recae en Mark Ruffalo, hay que mencionar un caso llamativo en el reparto. En el rol de la esposa de Rob, nos encontramos con Anne Hathaway (El diablo viste a la moda). Aquí la actriz está lejos de lucirse y queda desdibujada en un papel que pasará inadvertido en su carrera. Nuestra preocupación es clara: tenemos a una artista que se destacó en obras como De amor y otras adicciones (Love & Other Drugs, 2010) y Los Miserables (2012), ganando con esta última el Premio Oscar a Mejor Actriz de Reparto, y que en el último tiempo parece perdida. Si a este papel le sumamos su rol en Obsesión (Serenity, 2019) y Su último deseo (The Last Thing He Wanted, 2020), dos de las peores películas de los últimos tiempos, no nos queda otra que alarmarnos de las decisiones de Hathaway a la hora de elegir personajes. Debemos agradecer que esto no molesta en el disfrute de El precio de la verdad y eso es algo para celebrar.
Una película que nos invita a reflexionar sobre el cuidado medioambiental. Nos da un grito de lucha, de conciencia y una pequeña cuota de esperanza. Nos refriega en la cara la impunidad de las grandes corporaciones multimillonarias sin preocuparse por la ecología y la vida humana y animal. Que estos casos sean la excepción y estas peleas sean esporádicas, nos dan la pauta que la batalla es muy difícil. Sin hundirnos en una ola de depresión, no nos queda otra que aportar nuestro granito de arena, de manera consciente y sentida, para proteger nuestra vida y la de todos los seres que habitan y habitarán el planeta.