Gracias a la vuelta a sus orígenes, la décima entrega principal de la franquicia "Rápidos y Furiosos" representa un paso adelante con respecto a su antecesora. "Ellos violan las leyes de la gravedad y hacen cosas inverosímiles”, comenta Aimes (Alan Richtson), uno de los nuevos personajes que se introduce a la saga. Este sujeto es el nuevo jefe de la Agencia y no tiene mucho cariño por el equipo de Dom. En este comentario hay una doble lectura. Por un lado, se asemeja a lo que fuimos escuchando por los detractores de estas películas a lo largo de más de dos décadas. Por otro lugar, hace uso de un recurso meta, de autoparodia, para reírse de sus inverosimilitudes. Segura de sí misma, Rápidos y Furiosos 10 (Fast X, 2023) es todo lo que sus seguidores estaban esperando. Bajo la dirección de Louis Leterrier (El transportador), la cinta comprende el comienzo de una nueva trilogía. Este universo que nos presentará será introductorio y, a la vez, a pura acción. Luego de lo acontecido en Rápidos y Furiosos 9 (F9, 2001), Dominic Toretto (Vin Diesel) descansa con su familia y le enseña a conducir a su pequeño hijo. Pero, como todos sabemos, esa paz durará apenas unos minutos ya que un nuevo villano llegará para atormentarlos en pos de venganza. Como un espejo retrovisor, el nuevo largometraje mira al pasado. El gran acierto es que no lo hace como reciclaje, sino para forjar sus cimientos y darle un impulso emotivo. La historia se retrotrae a lo ocurrido en Brasil en Rápidos y furiosos: 5in control (Fast Five, 2011) en donde Dom y Brian (Paul Walker) se quedan con la bóveda del mafioso Hernán Reyes. Este es el puntapié principal para la presentación del nuevo villano, el hijo de este narcotraficante. Dante Reyes (Jason Momoa) buscará vengar ese robo y el destino de su padre. "Es muy sádico y es un poco pavo real... Este tipo tiene muchos problemas”, describió Momoa a su personaje. El actor de la serie Juego de tronos (Game of thrones) es un punto fuerte de la película al personificar uno de los mejores villanos que la franquicia nos regaló. El sadismo que maneja roza lo caricaturesco, pero no es grotesco. Con lúcidos pasos de comedia y cinismo, el intérprete está en su salsa y cada una de sus apariciones son atractivas. Además de Momoa y al ya mencionado Richtson, hay otras caras nuevas. Brie Larson como la hija del Sr. Don Nadie, Daniela Melchior (El Escuadrón Suicida) y Rita Moreno (Amor sin barreras), en la piel de la abuela de Dom, también hacen aquí sus primeras apariciones. Jason Statham, Michelle Rodríguez, Charlize Theron, Tyrese Gibson, Ludacris, Jordana Brewster, Scott Eastwood y John Cena, entre otros, vuelven para repetir sus papeles de las entregas anteriores. Ahora bien, este grupo de películas tiene un motivo por el cual sus seguidores están siempre a la expectativa. La acción inverosímil, la cual pregona que nada es imposible (y que ahora también la utiliza desde lo autorreferencial), la posiciona en un lugar difícil de emular. Sus persecuciones en autos, repletas de adrenalina, están siempre burlando los límites. La saga Rápidos y furiosos dejó hace un buen tiempo de ser una película de acción. La franquicia es única: monta un escenario real para ejecutar ideas de ciencia ficción donde no hay reglas (¡en Rápidos y Furiosos 9 fueron con un auto al espacio!). Eso, junto al sentimiento de “familia” que tan bien fue desarrollando (y del cual también se autoburla en esta nueva entrega), convergen un espectáculo a pura diversión para quienes están subidos al asiento y con el motor en marcha desde el 2001, año en el cual Rápido y Furioso (The Fast and the Furious) salió a la luz.
La primera película en inglés del realizador de "Relatos Salvajes" (2014) critica la idiosincrasia estadounidense y nos hará recordar a aquellos policiales de antes. Ezequiel, un Daniel Hendler descontrolado, toma un sachet de leche y lo lanza al auto del amante de su novia. La paranoia y la obsesión se expresan de la manera más absurda en una escena justiciera y orgullosa de sí misma. Años después, un psicólogo (Diego Peretti) acompaña a un deprimido policía (Luis Luque) y, de pronto, deben desbaratar una red de corrupción. Los héroes sin capa y los conflictos más personales se hicieron presentes en las primeras dos películas de Damián Szifron. El fondo del mar (2001), a través de un micro universo intimista, o Tiempo de Valientes (2005), una buddy-movie que se expresó sobre determinadas instituciones, son ejemplos de su coherente y creciente exploración. Los Simuladores le permitió jugar con los géneros. Las aptitudes camaleónicas de Szifron y las preocupaciones por los problemas más comunes fueron una punta de lanza que hasta trasladó en la nominada al Oscar Relatos Salvajes. Desde la cinefilia, el 2023 ya merece ser recordado como el año en que el director argentino estrenó su primera película de Hollywood logrando despegar toda su capacidad y señalando, sin titubeos, a la cultura estadounidense. Misántropo (To Catch a Killer, 2023) cuenta la historia de Eleanor Falco (Shailene Woodley), una joven oficial de policía de Baltimore que es reclutada por el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) con el propósito de identificar y capturar al homicida de un caso que aterroriza a la ciudad. En plena noche de Año Nuevo, un francotirador realiza un ataque dejando un saldo de 29 muertos. Damián Szifron nos regala un policial oscuro, astuto y despiadado que representa un paso adelante en su estupenda carrera. Desde sus primeros minutos, Misántropo nos asombrará. La escena de la masacre del comienzo, esa manera de manejar su frío suspenso, nos dejará absortos. Todo conduce a un angustioso thriller que aparenta ser un juego de “gato y ratón” pero que en realidad esconde un cruel relato introspectivo. Tomando inspiraciones de Contacto en Francia (The French Connection, 1971), El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs, 1991), Fuego contra fuego (Heat, 1995) y Seven (1995), el realizador despliega todo su talento para ofrecernos un policial que va más allá de lo que simula. Szifron analiza las secuelas de una sociedad castigada, usa la ironía para exteriorizar el tratamiento de los medios y nos interpela en cuanto al capitalismo y el consumo. “Creo que esta película está en mi cabeza desde que vi de pequeño Halcones de la noche (Nighthawks, 1981)”, declaró el creador de Los Simuladores en una reciente entrevista para promocionar el largometraje. La cinta protagonizada por Sylvester Stallone montaba una red de terroristas que se camuflaba entre la civilización para atacarla. Ambientada en Nueva York, Halcones de la noche construyó a su asesino como una máquina de matar despiadada y sin corazón, algo que a los estadounidenses les encanta. Szifron le da un tratamiento distinto a ese homicida. Él no es culpable de todo, sino que algo lo llevó a ser cómo es, a matar sin emociones. Esa pretensión es halagadora para quienes pretendemos ver un cine de acción más crítico, más interpelativo, más valiente. Misántropo se involucra, no es superficial. La impecable fotografía del argentino Javier Juliá, aquel de Argentina, 1985 (2022), y la música de Carter Burwell, el clásico colaborador de los hermanos Coen y de Martin McDonagh, ayudan a construir la atmósfera de este intenso thriller. El ritmo narrativo y la cinefilia que exhibe son factores que confirman que, hoy en día, este tipo de policiales escasean. Audaz, personal y elegante, Misántropo merece verse en las salas. Después de hora (After Hours, 1985), El infierno (L'Enfer, 1994) y Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut, 1999) funcionaron como inspiración para su opera prima, El fondo del mar. Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), Mentiras Verdaderas (True Lies, 1994) o cualquier película de Hitchcock en donde el hombre común es el heróe pueden ser referencias para Tiempo de Valientes. El realizador foráneo dio sobradas muestras de su cinefilia durante cada una de sus obras y ahora, con Misántropo, corrobora que lo suyo no es casual. En cada una de ellas, los temas que lo movilizan se conjugan con su amor por el cine para el auténtico deleite de los espectadores.
Crítica de "Pearl", expandiendo el retorcido y terrorífico mundo de Ti West "Pearl" es incomoda y políticamente incorrecta. Es un drama inmersivo plagado de terror y capaz de conseguir uno de los mayores logros posibles: hacer mejor a su predecesora. Cuando X (2022) se estrenó, sus comentarios positivos daban una muestra de que estábamos en presencia de algo fuera de lo común. Ti West mostraba todo su talento a través de un show demencial repleto de sangre, homenajes al cine de los 70 y a la industria pornográfica. Como una especie de horror erótico, X sorprendió y se posicionó en el top de los rankings de las películas de terror del 2022. Sin embargo, el asombro tocó su punto máximo cuando se anunció que este plan de West recién comenzaba. Pearl, su precuela, expande este universo y, a la vez, es complementaria a X. Pearl, interpretada por la figura en ascenso Mia Goth (quien también protagoniza X), es una joven que vive en una granja con su padre enfermo y su estricta madre. Inspirada en las películas, ella sueña con una vida repleta de glamour, bailes, colores y lujos. Pero, ese deseo prohibido (el dedicarse a actuar y llegar a Hollywood), puede ser muy peligroso para propios y extraños. Para que el disfrute sea óptimo, antes de sumergirse a Pearl, es necesario ver a su predecesora. Las referencias entre ambas películas son alucinantes y resignifica la experiencia. En cuanto a puesta y complejidad, Pearl es distinta a X. Este estreno desarrolla un paisaje natural en el año 1918 y lo expone a través de colores, un ritmo pausado y una historia tan íntima como escalofriante. Pearl es incomoda y políticamente incorrecta. Es un drama inmersivo plagado de terror y capaz de conseguir uno de los mayores logros posibles: hacer mejor a su predecesora. Violenta y perversa, este largometraje funciona aún más gracias a la comprometida actuación de su protagonista, quien se luce, conmueve y atrae (el monologo con el cual se inicia el tercer acto es impresionante). Goth nos brinda un personaje desquiciado y atractivo, lleno de contradicciones y profundidad. Sin dudas, de lo mejor de la cinta. Cabe destacar que West comenzó con el desarrollo del guión de esta precuela durante el rodaje de X. Inspirado en un relato que le contó la misma Goth (quien figura también en los créditos como guionista), el realizador inició aquí el proceso de su franquicia para A24, productora que apuesta por los proyectos arriesgados. Esta trilogía de porno-slasher se cerrará con MaXXXine, repitiendo director y protagonista, la cual funcionará como una secuela directa de X. Ti West confirma que su plan cinematográfico de terror tiene vida y que puede recurrir a distintos matices sin ser repetitivo. Tras X (disponible en Amazon Prime Video), Pearl obliga a la maratón a todos los amantes del cine de terror. Su arriesgada impronta podrá hacer que consiga adoradores y detractores en partes iguales, pero esto será coherente con su moraleja e historia. El brillo de los ojos y los sueños iluminados de Pearl esconden un trasfondo retorcido y repulsivo.
Un villano carismático en una historia sin riesgo La película, en clave feel good movie, se encarga de abrir la puerta de la Fase 5 y, con ello, la expectativa a cuesta de todos los fans. ¿Cómo se hace para asumir esta responsabilidad? ¿Representa un gran riesgo? Todo un desafío para el superhéroe de Paul Rudd. El Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) comienza un nuevo ciclo de películas y series para profundizar el multiverso y los saltos temporales que tanto Spiderman: sin camino a casa (Spiderman: no way home, 2021) como Doctor Strange en el multiverso de la locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness, 2022) iniciaron. Scott Lang (Paul Rudd) disfruta de la calma, pero se pregunta: "¿Qué más se viene para él como héroe?". En una reunión familiar junto a su hija Cassie (Kathryn Newton), Hope (Evangeline Lilly), Hank (Michael Douglas) y Janet (Michelle Pfeiffer), sin quererlo, abren un portal al mundo cuántico que los absorbe sin mediar resistencia. A partir de allí, la película transcurre en un lugar desconocido para los protagonistas (y para los espectadores), repleto de criaturas extrañas, seres poderosos y plena incertidumbre. Luego del primer acto, el cual nos plantea el conflicto para nuestros héroes, Ant-Man and The Wasp: Quantumania (2023) navega entre el buen despliegue visual y las débiles decisiones de guión. Representar el mundo cuántico sostenía todo un reto fotográfico y, en esto, su resolución es efectiva. Sin embargo, cada obstáculo que vive Scott y compañía se resuelve de forma sencilla y perezosa, sin tanto sustento ni explicación, como si todo fuese una caricatura abstracta. Las situaciones no son palpables y los dilemas carecen de carga emocional. El último acto no posee la contundencia ni la tensión dramática que muchas entregas de Marvel nos acostumbraron. Lo más destacado de la cinta es la presentación en sociedad del villano de esta nueva Fase. Kang el Conquistador, a quién ya pudimos ver en la serie Loki (de cita obligada y vínculo directo), es arrollador y temible. Jonathan Majors (5 sangres), con su carisma y fuerza, brinda la mejor interpretación de un villano dentro del UCM. Esto recién empieza para él y, aunque no tengamos claras sus intenciones, es una de las pocas cartas por las que Ant-Man and The Wasp: Quantumania merece ser elogiada. Contar con la comicidad de Paul Rudd y tener a actores experimentados (Douglas, Pfeiffer) acompañados por el joven talento de Newton es un logro que permite ligereza a la historia. La presencia de Bill Murray (Perdidos en Tokio) como Lord Krylar, unas hormigas gigantes y la aparición de M.O.D.O.K., interpretado por Corey Stoll (Medianoche en París), son perlitas para destacar y capaces de añadir aire fresco al largometraje. Con un guión escrito por Jeff Loveness (con experiencia en algunos capítulos alocados de Rick and Morty) y bajo la dirección de Peyton Reed (al igual que en las dos anteriores entregas de Ant-Man), Ant-Man and The Wasp: Quantumania brinda un formato convencional (humor, familia y aventura) sin asumir riesgos. Es simplista, prefiere la épica y deja de lado el compromiso de ir por más, tal como las mencionadas películas de Doctor Strange y de Spiderman consiguieron.
Sátira social de Martin McDonagh con Colin Farrell y Brendan Gleeson Martin McDonagh ("Siete psicópatas") vuelve a deleitarnos con su ácido humor en este largometraje que funciona como una parábola a las guerras civiles. Ambientado en 1923 en una ficticia y remota isla frente a la costa oeste de Irlanda, Pádraic (Colin Farrell) sufre el rechazo e incomunicación de Colm (Brendan Gleeson), su mejor amigo, de forma abrupta y sorpresiva. Sin mediar explicación, y ante la atónita mirada de los habitantes de Inisherin, el motivo del enojo unipersonal es un misterio. Utilizando al absurdo como capa superficial para contar algo aún más profundo, McDonagh da una clase maestra de construcción de personajes y desarrollo de sus historias. Tras Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008), el realizador irlandés vuelve a reunir a la dupla Farrell/Gleeson y el suceso se posiciona como uno de los más destacados del año. Con proyección de presencia en los próximos premios Oscar (guión, interpretaciones, dirección y película), Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherines, 2022) nos brinda un duelo magistral entre dos actores que entienden a la perfección la creatividad del dramaturgo. McDonagh utiliza las características más destacadas de sus filmografía. Humor al límite, diálogos filosos, escenarios cerrados, análisis de la sociedad, amistad, muerte y venganza se unen para una de las mejores películas de lo que va del año. Los espíritus de la isla es mucho más de lo que muestra. No es solo una historia del quiebre de una mejor amistad, la desigualdad de emociones y un ultimátum caótico. Este film funciona como una analogía exquisita a las causas, desarrollo y consecuencias de una guerra civil. Dos amigos (pueblos, ciudades, países) se enemistan con dos puntos de vista diferentes sobre una misma situación. A partir de allí, todo es violencia, brutalidad y los damnificados se multiplicarán. Cada actor y cada acción de una guerra civil se grafican de manera sagaz y elocuente. Con un guión capaz de atraparte y hacerte reír, este duelo actoral es para alquilar la mejor butaca posible. Este es un relato visceral, crudo y potente que logrará hacernos repensar sobre las amistades, la guerra y la paz.
Potente relato sobre la desaparición de personas en México de Natalia Beristain La nueva película de Natalia Beristain ("Los Adioses") es un grito de furia sobre la desaparición de personas en México y la dramática lucha de las mujeres que emprenden esas búsquedas. Ruido (2022) es un largometraje coproducido entre Argentina y México que habla desde el dolor, la bronca y la lucha. Tras ser distinguida en la competencia de Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián con el Premio de la Cooperación Española, su enérgico relato merece ser escuchado. A través de esta ficción, la realidad de las mujeres latinoamericanas se retrata de la forma más cruda y movilizante posible. La trata de personas, la violencia de género y los abortos clandestinos son algunos de las causales por los cuales la pelea de las mujeres está más activa que nunca. El film expone esa angustia y logra traspasar la pantalla en búsqueda de nuestra reacción y reflexión. Mediante una brillante y descarnada interpretación de Julieta Egurrola, Ruido se centra en la desesperada búsqueda de Julia por su hija, quien desapareció hace 9 meses en un viaje entre amigas. Su sentir, su andar, es llevado a cabo con nuestro ojo como testigo y allí es donde la brutalidad nos golpea a través de un manto de realidad. La corrupción de quienes nos deben proteger sale a la luz. Aquí las calles funcionan como el escenario ideal de protesta y nos rodea de un sentimiento tan poderoso como verosímil. Ejemplificado de correcta manera, su cálida cámara y sus bellos planos se contraponen con la furia y tristeza de cada paso. Valiente, capaz de abrazar y acompañar a las mujeres que padecen día a día estos conflictos, Ruido es tan necesaria que se enmarca en una especie de género comprometido en denunciar los males actuales de la sociedad.
Terror sobrenatural con Elisha Cuthbert Un nuevo largometraje de terror sobre casas encantadas se presenta. ¿Será una oportunidad para nuevas ideas de una historia ya contada? Escalera al infierno (The Cellar, 2022) llega a la gran pantalla con el objetivo de que un sótano misterioso sea el culpable de nuestras pesadillas. Una familia se muda a su nuevo hogar y, al encontrarse con una extraña habitación, nada en sus vidas volverá a ser como antes. Keira y Brian son una joven pareja con dos hijos adolescentes, Ellie y Steven. Los vínculos entre cada miembro de la familia son los verdaderos protagonistas. Frágiles, desgastados, desinteresados y, por momentos, incoherentes, cada acción familiar se victimiza para excusarse. Si bien hay una obra de terror que no exagera a la hora de aprovecharse de sus recursos (jump scare, la música y la fotografía), a medida que transcurre, el relato resulta diminuto y sin fuerza. Elisha Cuthbert, aquella actriz que vimos de joven en La chica de al lado (The girl next door, 2004) o en la serie 24 (2001-2010), regresa a los reflectores en la piel de Keira. Por otro lado, Eoin Macken (Resident Evil: capítulo final) toma el rol protagónico masculino. Si bien el reparto no tiene la culpa de lo trillado, cada escena que tiene a ambos en escena exponen nerviosismo y desconocimiento. Tal vez, intencionalmente, buscan molestarnos, pero esto se contrapone al usar la oscuridad interpersonal como la piedra en el zapato de una historia paranormal. Combinando distintos elementos del género del terror como lo son los monstruos, el infierno, los fantasmas y las casas encantadas, Escalera al infierno sufre si debemos analizarla técnicamente. Problemas de iluminación, encuadre y ritmo se atraviesan y nos alejan de la película. Ahora bien, si apartamos un poco el ojo y celebramos la construcción de la atmósfera, esta obra podrá estresarnos gracias a su densidad e inconexión. Poco original pero tenso, estamos en presencia de un relato de horror que consigue ser tradicional e inmersivo. Sin embargo, al quitarle el velo, resulta poco potente y vacío. Un plan que los amantes del terror podrán tomar, pero que los dejará en la mitad de los escalones disponibles.
El pasado de la niña maldita con Isabelle Fuhrman Trece años después de “La huérfana”, regresa la temible Esther para contarnos los inicios de su historia. A principios del 2020 se anunció el comienzo de la producción de Esther, un film que revelaría varios de los secretos del misterioso personaje que conocimos en La huérfana (Orphan, 2009). La sorpresa y emoción de los fans se hizo notar a través de las redes sociales. Si bien la película no recibió en su momento las mejores críticas por parte de la prensa especializada, la historia queda en la retina de cada espectador que se sumerge en este diminuto infierno en época invernal. Bajo el nombre de La huérfana: el origen (Orphan: First Kill, 2022), esta precuela ya salió a la luz y las sensaciones son tan extrañas como incomodas. Uno de los grandes aciertos que tuvo La huérfana fue la inclusión de una actriz de apenas doce años para interpretar a la villana de la historia. Con esa edad personificaba a una aparente niña rusa de nueve años que en realidad era una mujer madura de treinta y tres con problemas de crecimiento. Ese descubrimiento, el cual se da en el ingreso a la última etapa de la cinta, fue un shock que funcionó como una vuelta de tuerca bien pensada. Aprovechando la complejidad del personaje, y sabiendo lo mucho que se puede explorar, la nueva historia se remonta al 2007 en Estonia para contarnos los sucesos previos al largometraje del 2009. Uno de los puntos más interesantes de La huérfana: el origen es que Isabelle Fuhrman vuelve a encarnar a Esther. Esto es llamativo y arriesgado: la actriz ahora tiene veinticinco años y regresa en la piel de una infanta. El resultado no es nada alentador. El paso del tiempo se hace notar y la interpretación de la aparente niña queda muy forzada debido al crecimiento físico de la actriz. Esto, si bien puede ser un aliciente para el gran público, exterioriza falencias muy notorias a medida que se desarrollan las escenas. El film presenta distintos problemas de montaje y continuidad. Su realizador, William Brent Bell (El niño), juega con fuego. Los planos cercanos de Esther tienen en el centro a la misma Fuhrman. En cambio, al abrirlos, casi siempre se muestra a la protagonista de espalda a la acción siendo interpretada (y aquí sí) por una pequeña niña. Esto trae consigo escenas inconexas, bizarras y delirantes. Por ejemplo, sin preámbulos, veremos a Esther manejando un auto al ritmo del tema musical “Maniac” y fumando un cigarrillo. Un guiño a los espectadores que se corta de forma abrupta, sin sentido, haciéndonos pensar que el rumbo no tiene que ser por ahí. Teniendo en cuenta estos factores, y sabiendo que la altura de Fuhrman es de 1,61 metros, la elección del reparto es también un tema para prestar atención. Para el padre se eligió a Rossif Sutherland (Possesor), medio hermano de Kiefer. ¿Su altura? 1,96 metros. Esta decisión explica en cuanto al contexto y posicionamiento de los interpretes en escena, en donde el vínculo padre-hija es uno de los condimentos que más atracción busca generar. En cuanto al rol de la madre, se eligió a Julia Stiles (La sonrisa de la Mona Lisa) y, aunque ella esté correcta, su personaje es tan confuso que nos desconcierta y repele. La huérfana era incomoda. Imposible que no resulte chocante que una niña (aunque sepamos que el personaje es adulto) decida seducir a su padre. Sin embargo, este film no era grotesco ni bizarro. A través de la sutileza, sin decirnos mucho, logró construir una historia inmejorable que se valora aún más tras el paso del tiempo. Años después, esta precuela busca ampliar el personaje, pero su resultado no es del todo satisfactorio. Su atolondrado inicio, su brusca manera de narrar los sucesos y las malas decisiones técnicas forman un combo negativo. Sin embargo, lejos de apartarnos de la gran pantalla, estos condimentos se contraponen a un entretenido y atractivo relato que (¿intencionalmente?) resulta inverosímil.
Crítica de "Bárbaro", una de las mejores películas de terror del año Repleta de giros, diversidad de temáticas y horror, el debut en el género de Zach Cregger es de lo mejor del año. Todos merecemos dejarnos llevar por una buena obra. Todos desearíamos poder disfrutar de uno de esos planes que desde el minuto cero te aprisionan, no te sueltan y te hacen formar parte de la trama. Bárbaro (Barbarian, 2022) es de esas cintas que no subestiman y te extienden la mano para que colabores, con tus pensamientos, en la construcción de la historia. Estamos en presencia de una experiencia de la cual todo amante del género se maravillará y que, sin lugar a dudas, no podrá sacarse de la cabeza por un largo tiempo. Protagonizado de forma convincente por Georgina Campbell (Black Mirror), Bill Skarsgard (It) y Justin Long (Tusk), lo más destacado del largometraje es su capacidad para mutar el foco del suspenso y cambiar el eje de la tensión. Todo comienza con una aparente y típica historia de chica que conoce a un chico en un Airbnb, aunque aquí el misterio por la sospecha sobre él (Skarsgard), a lo Fresh (2022), nos mantiene en vilo minuto a minuto. Sin embargo, los giros constantes del guión nos conducen a un desarrollo impensado, justificado, y un desenlace alucinante y sorpresivo. La calidad del despliegue técnico de la obra sale a la luz desde las primeras escenas. Un travelling nos invita a la casa en la calle Bárbaro como una clara señal de que esa arquitectura se convertirá en una de las claras protagonistas. Desde allí, todo es intrigante. El ritmo elegido, las tonalidades y la banda sonora colaboran con un relato original y lleno de criterio. Bárbaro confirma el gran año del cine de terror. ¡Nop!, Men, X y su precuela Pearl, Smile y El teléfono negro (The Black Phone) son gemas contemporáneas. La calidad de este cine, donde la originalidad y el amor por Wes Craven, Sam Raimi o John Carpenter se combinan, es una de las mejores noticias para un género que es digno de disfrute colectivo. Con personajes bien complejos y un némesis que asombrará, tanto por su apariencia como por su origen y posterior revelación, Bárbaro merece toda la atención. Un laberinto, la profundidad de una historia que denuncia y un abanico de propuestas súper atractivas hacen que la película de Cregger tenga todo para convertirse en un clásico instantáneo y sirva como inspiración a nuevos realizadores y espectadores.
Regreso a las raíces con Luis Machín Un hombre vuelve a Rosario, su ciudad natal, para investigar sobre el misterioso caso de los suicidios de perros. Allí se cruzará con su pasado para replantearse su presente. Perros del viento (2022), lo nuevo de Hugo Grosso (A cada lado), combina un caso digno de detectives con el típico drama del regreso de un hombre a sus raíces. A partir de un relato construido a fuego lento, el cual deja de lado la linealidad e incentiva a la unión de los puntos, este largometraje es una propuesta que abarca muchos factores y no termina de ser tan consciente de ello. Una banda sonora que fluctúa de acuerdo a la arista que bordea: desde el drama más puro, hasta el suspenso más desorbitado. Escenas inquietantes y poderosas, pero exageradas de energía. Este largometraje, angustiante desde su premisa, surfea entre las buenas intenciones y las malas decisiones. Luis Machín interpreta a Ariel de manera correcta y su regreso desde España logra incomodarnos. Su llegada lo aprisiona con su pasado: se reencuentra a la mujer que amó y a su mejor amigo, ambos en pareja. Su investigación, excusa del film para la vuelta, resulta una anécdota entre tanto conflicto vincular. Destacándose con sus planos, fotografía y puesta en escena, pero lejos de atrapar y ser efectiva, Perros del viento se abraza a la intensidad de su guión para cargarnos de nervios y tensión. Esto, sin respiro ni calma, se convierte en un ahogo para todo espectador.