“Dark Waters” dirigida por Todd Haynes (“Six By Sondheim” 2013, “Carol” -2015, “Wonserstruck” 2017, título original del filme, creemos que es más acertado que el que el que se le puso para la versión en español “El precio de la verdad”. “Aguas oscuras” resume mucho mejor el sentido de lo que trata, sobre la contaminación de las aguas en un pueblo de Virginia Occidental. El sentido subliminal del título no sólo hace referencia a las aguas contaminadas por productos químicos. sino atambién a la corrupción (judicial, parlamentaria, gubernamental) que existe alrededor de las grandes empresas químicas, a las que poco les importa la salud no sólo de las personas o animales que existen alrededor, sino también a la tierra sobre la cual están construidas sus fábricas.
En nuestro país existen varios ejemplos de lucha sistemática contra estas corporaciones. El peligro de los 44 proyectos mineros que directamente se encuentran en zona glaciar, de los cuales 30 los llevan a cabo empresas de Canadá; 31 son en la provincia de San Juan; 21 buscan extraer cobre, 18 buscan oro, y uno, la empresa canadiense Pacific Bay Mineral que evalúa la posibilidad de obtener uranio en Arroyos Pajaritos (Chubut). El caso más emblemático es la mina Veladero, en la provincia de San Juan, operada por la compañía multinacional Barrick Gold, y el de la mina San Guillermo, que pertenece a las Reserva de Biósfera “San Guillermo”, el sitio de mayor concentración de poblaciones de vicuñas de nuestro país, y forma parte desde 1981 de la Red de Reservas de Biósfera de la UNESCO.
A semejanza de “Baraka” , que en árabe significa “bendición divina” y en sufí “aliento de vida” , dirigida por Ron Fricke en 1992, “A civil action” realizada por Steve Zaillian en 1998, y “Erin Brockovich” por Steven Soderbergh en el 2000), “Escandalo en el poder” en 2015, por Austin Stark, entre otras. A las que ahora también se han sumado las series televisivas de HBO y Netflix filmadas en: Grecia, Alemania, Turquía, Noruega, en esta especie de cruzada contra la contaminación ambiental y la voracidad de las industrias químicas, a la que también se le anexa otro fenómeno que está apareciendo: el tráfico de órganos con la entrada ilegal de los refugiados.
En la pantalla grande vemos a veces las verdades que no queremos conocer, por comodidad, por desconocimiento, o porque es mejor no pleitear con empresas poderosas que sabemos siempre van a ganar, ya que gran parte de sus suculentas ganancias se reparten entre jueces y otros intermediarios del poder.
“El precio de la verdad” es uno de esos filmes aleccionadores y con una gran virtud, la denuncia (que sin ser perfecto ya que posee varios espacios en blanco en su guion), muestra una realidad tan terrorífica como alucinante. El agresor o asesino es una sustancia aparentemente mágica de la era moderna llamada teflón, destinada a hacer la vida más fácil de las amas de casa, pero que en realidad enferma a toda la familia. Y sus residuos contaminan la tierra, enloquecen a los animales (como las vacas locas), y a la población le ennegrece los dientes y afectas a sus pulmones. Un panorama nada alentador al que se le sumaban los anuncios publicitarios, como uno que apareció en Londres que sugería: “Elija una sartén recubierta de teflón como elige un hombre. Lo que hay dentro es lo que cuenta”. En esta época en que cualquier palabra cuenta, no sabemos cómo funcionaría el colectivo MeToo, ya que el mensaje es horrible. no sólo para los hombres sino para las mujeres que son utilizadas como objetos estúpidos que pueden comprar cualquier cosa,.
Si hacemos memoria los recuerdos nos llevarían a ver como todas las mujeres corrían a comprar el mágico teflón, sin saber que adquirían un ticket a su propia muerte. ¿De qué estaba compuesto teflón? Aún no se sabe, es como la fórmula de Coca Cola, súper secreta. Pero una parte se descubrió, es ácido perfluorooctanoico (PFOA, también conocido como C8), el resto de los componentes se mantienen ocultos.
En “El precio de la verdad” el espectador conocerá a Wilbur Tennant (Bill Camp), un granjero de Virginia Occidental lleno de ira, cuyos animales (y medios de subsistencia) mueren horrible e inexplicablemente en su hacienda. Tiene sus sospechas sobre la causa, pero las muertes son un enigma tan misterioso que lo lleva a buscar ayuda en un abogado corporativo: Rob Bilott (Mark Ruffalo), quien se convirtió en el gladiador de los rancheros y luchó contra DuPont. La historia se basa en un artículo de 2016: titulado "El abogado que se convirtió en la peor pesadilla de DuPont", de Nathaniel Rich que se publicó en The New York Times Magazine.
En los años ‘60 la escritora Rachel Carson en su libro “Silence Sprint” (Primavera silenciosa) ya denunciaba los efectos perjudiciales de los pesticidas en el medio ambiente, especialmente las aves, y culpaba a la industria química de la creciente contaminación. Algunos científicos lo calificaron de fantasioso, pero para muchas personas se trata del primer libro divulgativo sobre impacto ambiental y se ha convertido en un clásico de la concienciación ecológica.
Sin embargo, a pesar de la conexión ambiental, “El precio de la verdad” es más convencional que el trabajo habitual de Haynes en su estructura narrativa y enfoque del material. La película se centra en detalles muy técnicos, tanto químicos como legales, para demostrar primero el grave peligro al que DuPont exponía a la población. La fotografía es técnicamente impecable, con un enfoque preciso (por la cámara Edward Lachman), sobre paisajes urbanos deshumanizados, casi apocalípticos, en un conjunto sombrío, contrastados con paisajes campestres sin color y sombras oscuras que parecen manchas que se agigantan por el impacto del sol. La diagramación es como una cuadrícula en la que el espectador deberá acceder como si fuera una ficha de ajedrez.
“El precio de la verdad” opta por hacer énfasis en todos los años que se requirieron para poder convencer a las autoridades gubernamentales de la responsabilidad de DuPont, y de soslayo a Monsanto, la carga emocional que eso implicó para todos. En su crónica de Rich sostiene: “No fue una espera pacífica. La presión sobre Bilott en Taft había aumentado desde que inició la demanda colectiva en 2001. Los honorarios legales le habían otorgado un aplazamiento, pero a medida que pasaron los años sin una resolución, Bilott continuó gastando el dinero de la empresa, no pudo atraer nuevos clientes, y se encontró en una posición incómoda”.
Pero DuPont no sufrió mucho tiempo por su pérdida, en 2019 se fusionó con DOW Chemical para formar un conglomerado de superpotencias sosteniendo: “¿Por qué espera un futuro mejor? “Vamos a inventar uno mejor ahora”.