En estos tiempos, se están adaptando a la pantalla grande historias verídicas con un carácter de denuncia. En este caso, la misma productora que se encargó de realizar «En primera plana» (2015), nos trae este film basado en un artículo publicado por el New York Times, escrito por Nathaniel Rich. En esta ocasión, el guion fue escrito por Mario Correa y Matthew Carnahan.
Rob Bilott (Mark Ruffalo) es un abogado que se maneja dentro del mundo de las empresas químicas. Un día, Wilbur Tennant (Bill Camp) llega a su oficina con el objetivo de mostrarle cómo, en su granja, sus animales enloquecen y sufren las consecuencias de los desechos químicos arrojados en su pequeño pueblo por parte de DuPont, una empresa líder dentro de su mundo. Nadie quería seguir adelante con su denuncia por la importancia de la empresa a demandar, pero Bilott convenció a su jefe, Tom Terp (Tim Robbins) de avanzar y, así, empezar con un proceso judicial intenso y sumamente extenso.
La historia está muy bien contada: paciente de a ratos, aunque al final consigue su efecto en aquella persona que la ve. A veces, hay planos que pueden parecer innecesarios, pero para nada el trabajo de cámara opaca la película. A su vez, el montaje logra representar fielmente los tiempos durante los cuales se desarrolla el film, ya que se da en un lapso de veinte años, aproximadamente. Lanza un mensaje sumamente fuerte, pero es rescatable el hecho de que se haya tomado sin miedo aquella posición.
El elenco, a su vez, logra imprimir en sus personajes la intensidad necesaria para mantenerse en consonancia con el carácter del largometraje. Vale destacar, también, el trabajo hecho por Anne Hathaway y de Tom Robbins, quienes, con poco tiempo frente a la cámara, se transforman en los pilares de esta cinta junto a Ruffalo y Camp.
Para concluir, «El precio de la verdad» es un producto intenso y llevado a cabo de una gran forma. En tiempos donde se está impulsando el cuidado de la naturaleza, este film se encarga de mostrar una historia más donde los químicos afectan al mundo. En estos casos, si películas de este calibre logran hacer que el público se replantee, al menos un poco, sus hábitos, el objetivo podría considerarse cumplido. Sin dudas, este largometraje consigue movilizar, por lo que cada persona debería verlo.