El precio de la verdad es de esas películas que te dejan inquieto y pensando, pero no por sus aciertos cinematográficos sino por el tema que trata. Aprender que todos los seres vivos del planeta estamos envenenados por objetos que usamos a diario, y que la multinacional detrás de todo (Dupont) siempre lo supo y no hizo nada al respecto, es escalofriante.
Este film cuenta la historia real del abogado Rob Bilott y su lucha de varios años contra el monstruo empresarial y lo que fue descubriendo durante.
Era clave la elección de un gran actor y Mark Ruffalo cumple a la perfección con ese requisito.
Le da gran carisma y solemnidad a su personaje.
Y, por sobre todas las cosas, lo legitima y evidencia aún más el reclamo y la realidad.
El director Todd Haynes (Carol, 2015) logra alejarse del telefilm documental, un mal que suelen tener este tipo de producciones, en pos de una narrativa bien planteada.
Más allá de la denuncia, hay una película.
La fotografía es buena y te mete en clima con una buena combinación con la banda sonora.
Tal vez el punto flojo es la repetición de hechos que señala el guión, lo que puede hacer que el espectador sienta algunas secuencias como pesadas.
Más allá de eso todo fluye.
El precio de la verdad o Dark Waters (Aguas Oscuras, título original) provee un buen entretenimiento pero muy indignante, y tiene como consecuencia que todos chequeemos ciertos objetos ni bien llegamos a nuestro hogar.