Ciencia ficción de la era de los indignados
En el futuro en que transcurre esta película, en teoría todo el mundo tiene la opción de ser inmortal y eternamente joven. Nadie envejece más allá de los 25 años, pero el problema consiste en que, cumplida esa edad, sólo queda un año de gracia y, entonces, o se consigue más crédito de tiempo de cualquier manera, o se muere cuando el cronómetro encriptado en el brazo de todo ser humano llega a cero. Por algún motivo, los miembros de la elite, ricos en años y décadas, pueden ser casi inmortales, mientras la gente de los barrios bajos vive día a día.
El concepto básico puede derivar del clásico setentista «Fuga en el siglo XXIII» (Logans Run), pero la idea de una sociedad donde el tiempo (fraccionado en horas, días, etc.) es la moneda de curso, resulta realmente original, además de bastante perturbadora.
La película empieza con Justin Timberlake festejando los 50 años de su madre Olivia Wilde. Ella parece más joven que él. La extrañísima escena sirve como preámbulo para un film donde todos los actores deben lucir físicamente jóvenes, aun cuando sus personajes sean octogenarios y deban transmitir esa experiencia. En este sentido, se destaca Cillian Murphy como un obsesivo «policía del tiempo» con medio siglo de carrera.
Este tour de force de cast y dirección de actores es sólo uno de los factores que convierten a este film en algo especial. Al respecto, habría que mencionar las imágenes increíbles logradas por el director de fotografía Roger Deakins, el de «Sid & Nancy» y algunas de las mejores peliculas de los hermanos Coen.
Como para no angustiar totalmente al espectador, la trama se las arregla para llevar al protagonista al barrio de los ricos. De golpe todo el asunto se vuelve más divertido, como una especie de «Bonnie & Clyde» futurista (Timberlake y Amanda Seyfried caracterizada al estilo de la Ana Karina de Godard, hacen una gran pareja) y hasta un poco naif, algo así como ciencia ficción de la era de los indignados.