Tiempo compartido
Justin Timberlake. Mientras miraba esta película trataba de entender porque esa fascinación por Justin. Es cierto, se esperaba menos de su salto al ámbito cinematográfico. Pero cumplió. Y no solo eso, sorprendió.
Frente a El Precio del Mañana uno puede darse cuenta de que todavía le falta. Aunque el resultado final de este film no resulta su culpa, todavía no esta a la altura para evitar que desbarranque.
La premisa (un tanto absurda) no es una limitación per se. El género de ciencia ficción y fantástico siempre se alimento de estas. Ahí esta Daybreakers de hace unos pocos años para marcar el paso. Pero esa premisa debe ser aprovechada en favor de desarrollar una historia y no solo abusar de ella para intentar cargar de tensión porque "se acaba el tiempo". Porque además esa tensión no existe. Son relojes. Cada ser humano resulta un reloj. Así, cada muerte posible (y las que suceden) no nos importan demasiado.
El otro apartado que molesta bastante es el caso de las decisiones y resoluciones. Algunas resultan irrisorias. Lo más buscados atraviesan un cerco policial... ¡Y no ponen autos delante para detenerlos! Guardaespaldas y policías que exponen una inutilidad exquisita. Si a eso sumamos comportamientos sin razón (Cillian Murphy contándole por teléfono la historia de su padre) tenemos una historia que no resulta, solo se convierte en una serie de eventos afortunados (o des) porque el show debe continuar.
La puesta en escena de ese futuro es perezosa. La construcción de lo que se considera villas miserias está repleta de pulcritud. La dureza de ese mundo se limita a un carilindo mafioso que se roba el tiempo a desprevenidos. Esos pandilleros futuristas (en una supuesta realidad tan dura en la que todo el tiempo se puede morir) no asustan a nadie. Tan sencillo como comprarse un revolver para espantarlos. Una pobreza demasiado ascética. Faltaron ganas de ensuciarse las manos.
Las actuaciones quedan en deuda. No se puede decir que Justin Timbarlake este mal en su papel, tampoco Amanda Seyfried en su "muñeca rebelde de ojos grandes", pero ninguno de los dos consigue cargarse al hombro el relato. El que sale mejor parado es Cillian Murphy, personaje convencido de que su labor esta por encima de su propia persona, y para colmo, su destino nos deja un sabor amargo.
Andrew Niccol, director de Gattaca (1997) y El Señor de la Guerra (2005) hace agua esta vez. No logra convencernos de esa realidad futurista, y sin carnadura, resulta en un mero artefacto que ni para pasar el rato se recomienda.