En la edición del Festival del 2008 se presentó en competencia la película de John Gianvito, Profit Motive and the Whispering Wind, una obra apasionante y conmovedora basada en un libro de historia sobre aquellos personajes de alguna manera olvidados de la historia de los Estados Unidos. Gianvito retrataba sus tumbas, mostraba en detalle los textos de las lápidas, de los bustos maltratados por el paso del tiempo, y los intercalaba con imágenes de árboles acariciados por el viento, como si quisiera darles un respiro a sus protagonistas de piedra, pero también a sus espectadores. El predio evoca, quizá de manera involuntaria, aquella obra maestra de Gianvito. Perel retrata trozos, restos y despojos de la ESMA, de lo que es hoy, de lo que pretende hacerse allí hoy. Con planos fijos de larga duración que permiten detenerse en los detalles más insignificantes plantea la cuestión de la reconstrucción de la memoria en silencio, eludiendo lo obvio y centrándose en lo desconocido, en la parte de atrás, en lo aparentemente banal. La pregunta acerca de cómo debe reconstruirse la memoria flota en el aire denso. El sonido del tránsito, a lo lejos, casi perdido, sugiere el contraste entre el caos y apuro urbanos y la calma y el sigilo que se perciben dentro del predio, como si no formara parte de la ciudad. La ESMA es un lugar dolorosamente emblemático. Es el sitio elegido para emplazar el Museo de la Memoria, quizá sin preguntarse bien qué es eso de ejercer memoria. El predio, sin caer en facilismos ni golpes de efecto, interpela a través de sus imágenes.