La llegada del hombre a la Luna seguramente sea la hazaña más grande alcanzada por el ser humano, y como tal, es un relato que fue llevado numerosas veces a la gran pantalla. Desde aquel fantástico “Viaje a la Luna” de Georges Méliès, hasta la dramática misión fallida del “Apollo 13” retratada por Ron Howard, hemos tenido muy variadas visiones de un mismo suceso. En el caso de “First Man” (“El Primer Hombre en la Luna”), Damien Chazelle nos presenta la historia del primer alunizaje por medio del Apolo 11, a través de la experiencia de su comandante, Neil Armstrong, en la piel de Ryan Gosling. El film está basado en la biografía del astronauta, adaptada por el guionista Josh Singer.
La trama comienza presentándonos a Armstrong en las dos facetas que se destacan sobre él, su labor como piloto de pruebas y su vida cotidiana como padre de familia. Tras sufrir una trágica pérdida, se integra al llamado Programa Géminis llevado adelante por la NASA, hasta culminar con la conquista que lo llevó a dar ese “gran salto para la Humanidad”.
La dirección de Chazelle y la producción del largometraje en general tienen grandes aciertos en prácticamente todos sus frentes. Empezando por los intérpretes, Gosling y Claire Foy (conocida por su rol como la reina Isabel II en “The Crown”), quien caracteriza a Janet, esposa del protagonista. A medida que la historia avanza, los dos aspectos de la vida de Armstrong se van encontrando poco a poco en conflicto, con la presión de su profesión pesando de forma cada vez más marcada en la relación con su mujer e hijos. Gosling refleja esta evolución en su personaje, mostrándose más distante paulatinamente, producto de los riesgos que representan su misión. A la vez que él se torna más frío en respuesta a esto, vemos la contraparte en el papel de Foy. En ella repercute gran parte de lo que atraviesa su esposo, y Chazelle se ocupa de mostrar este efecto, así como su lucha por salvar la integridad de su familia.
La tercera gran protagonista es claramente la labor técnica. Aquellas secuencias de la producción que no se enfocan en la relación entre los protagonistas, reproducen con una fidelidad magistral el entrenamiento y la preparación rigurosa que implicó el vuelo del Apolo. La fotografía y dirección de cámara juegan un rol esencial tanto al mostrar la majestuosidad de los paisajes aéreos, como al transmitir la sensación de claustrofobia de las cabinas de mando. El trabajo de Chazelle lo encuentra estando a la altura de una superproducción, y sin dejar de lado los grandes ejes/instrumentos que le valieron reconocimiento en sus obras previas, las premiadas “Whiplash” y “La la Land”: una historia llevada adelante por la relación entre dos personas, acompañada de un componente musical importante. En ese sentido, aquí vuelve a jugar un papel sobresaliente Justin Hurwitz, encargado de la banda de sonido de toda la filmografía del director. Esa extensa colaboración entre ambos resuena en un acompañamiento orquestal perfectamente a la medida de cada secuencia dramática.
La suma de todos estos elementos reafirman a Damien Chazelle como uno de los grandes directores de su generación, y seguramente den como resultado una larga lista de nominaciones y premios a “El Primer Hombre en la Luna”. Pero sobre todo, aseguran para el público una excelente experiencia cinematográfica.