El nuevo trabajo de Damien Chazelle (Whiplash, La La Land) está destinado a sobresalir entre las producciones más elogiadas del año por la prensa y tiene bien merecidos sus cumplidos, pero la recepción que pueda tener en el público general podría llegar a ser distinta.
El director tomó el riesgo de evadir los típicos clichés de las biografías de manual de Hollywood para hacer algo diferente con la historia de Neil Armstrong y el primer aterrizaje del hombre en la luna.
Tal vez su narración pausada podría resultar densa para algunas personas y no ayuda demasiado que el personaje principal tampoco sea una figura que derroche carisma. Por el contrario, cuesta muchísimo conectarse con él.
No obstante, el gran valor de esta propuesta pasa por el realismo con el que se describe la misión de la NASA y la visión de Chazelle de bajar a Armstrong del pedestal de los héroes norteamericanos, para representarlo con un perfil más humano y honesto en lugar de retratarlo como algo que no fue.
Un hombre que en menos de una década sufrió pérdidas personales terribles que hubieran sumergido a cualquier otra persona en un pozo depresivo complicado y este tipo no sólo superó ese dolor con una enorme fortaleza interna sino que además lideró la misión espacial que cambió la historia de la humanidad.
Chazelle y Ryan Gosling, en una gran interpretación, retratan al astronauta como un hombre extremadamente introvertido y frío que presenta grandes dificultades para abrirse con su familia y vínculos sociales.
Sin embargo, a medida que se desarrolla el argumento el espectador llega a comprender mejor su carácter y la clase de dolor con la que tuvo que lidiar en su vida.
El director evita los lugares comunes de las biografía hollywoodenses para narrar la crónica de un hecho histórico desde una mirada más intimista.
Hace unos meses esta producción despertó una polémica absurda en Estados Unidos por el hecho que no muestra en detalle el momento en que los astronautas plantaron la bandera norteamericana en la luna.
Chazelle si bien evitó la escena Michael Bay de esa situación tampoco reescribe la historia.
En la película queda claro que la misión de la NASA no tuvo otro objetivo que ganarle a los rusos la carrera por la conquista del espacio y el proyecto no fue un logro de la comunidad internacional. Los norteamericanos financiaron la misión con su propio personal y ese orgullo está muy presente en la trama, lo que ocurre es que no se excede con la exaltación patriotera.
Por el contrario, el director convierte la primera caminata de Armstrong en la luna en un momento muy solemne y personal para el astronauta que brinda una de las secuencias más emotivas que encontré en el cine este año.
Los últimos 25 minutos que se centran en la misión espacial levantan por completo ese bache narrativo que se produce en la mitad del film. Sobre todo cuando Chazelle se pone un poco denso al emular el cine de Terrence Malick en aquellos momentos donde retrata los vínculos afectivos del protagonista.
Escenas donde sobresale Claire Foy como la esposa del astronauta, cuya interpretación le escapó al estereotipo de la ama de casa de los años ´60. Su personaje tiene muy buenos momentos y establece un buen contraste con la personalidad más gélida de Armstrong.
Un detalle muy interesante para resaltar de esta producción es la experiencia inmersiva que propone desde los aspectos más técnicos.
En 1969 la misión a la luna era prácticamente una tarea suicida por todos los antecedentes frustrados que se habían registrado en la NASA con algunos hechos trágicos.
Chazelle logra transmitir muy bien esa sensación de peligro y claustrofobia que vivían los astronautas, donde juega un papel clave el plano con el punto de vista del personaje.
Con una puesta en escena y fotografía que remite al cine norteamericano de los años ´60 y un buen uso de la música de Justin Hurtwitz, que nunca resulta invasiva, El primer hombre en la luna presenta una sólida construcción de ese período, donde no queda afuera el contexto social y político del momento.
Si hubiera que encontrarle alguna objeción a la obra del director, además de su duración excesiva, es que el planteo que desarrolla de esta historia dejó en un lugar muy marginal las acciones de los compañeros de Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins que fueron un componente importante de la misión del Apolo XI.
La película nunca se llega a explorar la camaradería del equipo porque el relato sólo le da relevancia al rol de Gosling.
En resumen, para los amantes de esta temática es una cita obligada en el cine que no defraudará a quienes busquen conocer en profundidad la historia detrás del primer astronauta que pisó la luna.