AL INFINITO Y MÁS ALLÁ
Damien Chazelle deja la música de la lado y nos lleva de paseo a la estratósfera (¿?).
Con “Whiplash: Música y Obsesión” (Whiplash, 2014) y “La La Land: Una Historia de Amor” (La La Land, 2016), Damien Chazelle se convirtió en el niño mimado de Hollywood, quien espera repetir la hazaña dorada con una nueva nominación al Oscar gracias a “El Primer Hombre en la Luna” (First Man, 2018), una biopic muy diferente centrada en el astronauta Neil Armstrong, claro está, el primer humano en caminar sobre el suelo lunar… a menos que se crean todas esas teorías conspirativas.
Basados en el libro “First Man: The Life of Neil A. Armstrong” de James R. Hansen, los guionistas Nicole Perlman y Josh Singer delinean una historia intimista sobre este piloto devenido en conquistador del espacio. Un relato carente de triunfalismo, que se concentra en la persona, su vida privada, su familia y una pérdida que lo marcó para siempre.
Chazelle se toma su tiempo (casi dos horas y media que se sienten) para mostrar la carrera de Armstrong (Ryan Gosling) dentro de la NASA, desde que aplica para el programa Gemini, hasta sus célebres palabras tras posar las patitas en el satélite. Neil se nos presenta como un hombre retraído y sencillo marcado por la tragedia. Su pasión (suponiendo que la tenga) se relaciona con cumplir esta hazaña y no con la cuestión política de ganarle la carrera a la Unión Soviética.
Olvídense los que buscan la típica aventura espacial cargada de información y detalles técnicos sobre cada una de las instancias del Apolo 11. “El Primer Hombre en la Luna” toma un ángulo muy diferente y nos pone en el lugar del astronauta, como en primera persona, abriéndonos paso entre los infinitos riesgos, las frustraciones y los miedos de su familia, una variable que decide dejar afuera de esta ecuación, un poco para no herir a nadie en el camino, y sin darse cuenta del daño que está causando con su alienación.
No es ningún secreto que Chazelle filma como los dioses y acá deja la música de lado para convertirse en un “documentalista”. El realizador y el director de fotografía Linus Sandgren –el mismo de “La La Land”- meten la cámara en los lugares más íntimos, los pequeños recovecos de las naves espaciales, la majestuosidad del cosmos, el frenesí de las pruebas aéreas; pero a diferencia de sus películas anteriores, todo carece de esa pasión contagiosa acerca del cine y sus protagonistas.
Hay un distanciamiento que no nos permite involucrarnos cien por ciento en esta historia y sus personajes principales. Mucho menos emocionarnos más allá del despegue del Apolo 11 (si nos emocionamos con muy poco) o las últimas instancias de la película. Chazelle intenta humanizar a estos ídolos americanos, convertidos en rock stars durante la década del sesenta y setenta, demostrándonos que son seres de carne y hueso plagados de sentimientos, aunque pocas veces los demuestran en pantalla. Al lado de ellos van sus mujeres, sufriendo en silencio (y no tanto), y arrastrando la carga de ser “la esposa del astronauta”. Este es el papel de Janet Armstrong (Claire Foy), que nunca abandona su segundo plano.
La perfección visual de “El Primer Hombre en la Luna” –puntos extra para el diseño d eproducción de Nathan Crowley (“Interestelar”) y la música de Justin Hurwitz que SIEMPRE nos va a recordar a “La La Land”- la convierte en una película que debe ser disfrutada sí o sí en la pantalla más grande, pero también en una obra un tanto inocua y desapegada.
Chazelle se rodea de un gran elenco –Corey Stoll, Kyle Chandler, Jason Clarke, Patrick Fugit, Ciarán Hinds, Ethan Embry, Shea Whigham, Pablo Schreiber, Lukas Haas-, mayoritariamente masculino y caucásico porque así era la NASA en los sesenta-, pero el foco siempre está sobre Gosling, protagonista indiscutido de esta historia que, al igual que Armstrong, esconde cada una de sus emociones detrás de una máscara de impasividad. Nunca terminamos de descifrar lo que piensa o lo que siente, para eso están las imágenes de Chazelle que, en este caso, no siempre cumplen con su cometido.
Será que Hollywood y las historias triunfalistas sobre el programa espacial –o el espacio, en general- nos mal acostumbraron, pero en el caso de “El Primer Hombre en la Luna” este parece ser un tema menor, una excusa para meternos en la mente de este héroe tan enigmático.
Como historia parece tener mucho menos que ofrecer que como documento, y la forma se termina comiendo casi todo su contenido. El realizador se esfuerza y se concentra tanto en los detalles que se olvida de transmitir algo más que sus bellas imágenes y sensaciones, aunque a veces esa cámara en mano tan vertiginosa empiece a marearnos un poco.
Se entiende que quiera demostrar su madurez cinematográfica y alejarse de la fantasía musical de su película anterior, pero hasta “Whiplash” sabía cómo entregar contundencia desde la historia, sus protagonistas y el ritmo de su narración.
Imposible decir que estamos ante una mala película, aunque como espectáculo –todas las de Chazelle son un gran espectáculo- se queda corto. Tampoco llega a convencer desde su profundidad y los enigmas humanos que trata de descifrar.
LO MEJOR:
- Todas esas sensaciones que sólo nos da la pantalla grande.
- Se celebra que acento este en los personajes y no en la odisea.
- Su estilo “documental”.
LO PEOR:
- El relato en sí no termina de calar.
- El uso excesivo de la cámara en mano, ni que fuera The Blair Witch Project.