Damien Chazelle (Whiplash, La La Land) decide contar la historia de Neil Armstrong, esta vez con un guion ajeno, pero nuevamente colaborando con un incisivo Ryan Gosling.
El primer hombre en la luna ubica la historia de la NASA entre 1961 y 1969 desde el punto de vista del ingeniero aeroespacial Neil Armstrong (Gosling). Sus comienzos en el programa Gemini, la pérdida de su pequeña hija Karen, la relación con su mujer Janet (Claire Foy) y su amistad con Ed White (Jason Clarke) y Elliot See (Patrick Fugit).
Chazelle ya tiene acostumbrado al público a describir el significado de la pérdida en el ser humano. Se presentó de diversas maneras en Whiplash y en La La Land y lo vuelve a hacer en El primer hombre en la luna. Lo primero que le preguntan a Armstrong en la entrevista para entrar a la NASA es si la muerte de su hija podría afectarlo de alguna manera, a lo cual responde: sería ilógico pensar que no. Con esta concisa frase el personaje sufre internamente y lo exterioriza en silencio a través de los rasgos y primeros planos que Chazelle hace de Gosling.
El amor que resaltaba y carcomía a los personajes de La La Land, aquí es inexistente. No hay amor en la pareja principal pero tampoco lo hay hacia los viajes espaciales. Esa pasión de todo chico de querer ser astronauta y de todo grande de conquistar el espacio. Sin ánimo de exaltar una realidad, Chazelle se aleja de estos héroes impolutos que trascienden fronteras representados en De la tierra a la luna o Apollo 13.
Otro de los puntos que resalta el realismo son los movimientos de cámara. Desde la primera escena, el espectador siente en primera persona la adrenalina de estar en una nave. El director hace hincapié en los diversos accidentes que sufrió la NASA, en los instrumentos mecánicos que eran lo único que separaban a los pilotos de la vida y la muerte. Sólo se detiene cuando Armstrong logra alunizar.
Aunque la música no es uno de los elementos principales de la cinta, si logra estar presente dando diversos significados. Por un lado político y social con “Whitey on the Moon” de Gil Scott-Heron que presenta una Estados Unidos tan embarcada en ganarle la carrera espacial a la Unión Soviética que derrochaba millones de dólares. Y por el otro lado, “Lunar Rhapsody” una melodía con toques de theremin, que refuerza esta idea del hombre fuera de la tierra y alcanzando el cosmos.