First Man puede ser un pequeño paso para el cine, pero es otro gran paso en la carrera de Damien Chazelle. No solamente por lo que es, sino por lo que representa. Sin ser un trabajo a la altura de sus eximias dos últimas obras, las enormes Whiplash y La La Land, aterriza en suelo firme con un proyecto difícil de pilotear, uno ambicioso y complejo con el que decidió abandonar el terreno musical, un género del que indefectiblemente tendría que alejarse en algún momento. La salida de la zona de confort nada tiene de simple. El joven director optó por contar los aspectos menos conocidos de la misión de llevar al hombre a la Luna, con la hazaña como horizonte pero con todo el largo derrotero para lograrlo como foco. Y así obtiene un detallado procedimental histórico entremezclado con un intenso drama personal, bien anclado en el desarrollo de su personaje central.