Es una biopic basada en la novela de James R. Hansen y su narración comienza en 1961. Una pareja muy especial, Neil Armstrong y Janet Armstrong (Ryan Gosling y Claire Foy) que tiene dos hijos: Karen Armstrong (Lucy Stafford) y Rick Armstrong (Luke Winters / Gavin Warren) nos va a permitir vivir los días que transcurre esta familia, el compañerismo, la dedicación, el amor pero les sucede lo peor y pierden a su hija de dos años víctima de un tumor cerebral.
A partir de ese momento hay un fuerte quiebre en ellos que no logran llenar ese vacío y él decide volver a su trabajo en la NASA, van transcurriendo sus días, vamos viendo sus amistades, como es ser esposa de un astronauta (muy buenos diálogos y miradas) y la preparación de los mismos. Finalmente Neil Armstrong se prepara para realizar su primer vuelo espacial como comandante de la Gemini 8 y convertirse en el primer astronauta civil en volar al espacio. En 1963 llega su tercer hijo Mark Armstrong (Connor Blodgett) y a partir de ese momento van a suceder distintos cambios, un terrible accidente con serias consecuencias en el que mueren tres de sus compañeros y finalmente se prepara para el segundo y último vuelo espacial de Armstrong como comandante del Apolo 11, siendo el primer ser humano en pisar la luna.
El cineasta Damien Chazelle (Whiplash y La La Land), logra un film muy atractivo, atrapante desde el primer fotograma, con imágenes en el espacio de alto impacto, haciéndonos flotar en la luna y hasta algún espectador memorioso recordará rápidamente lo que Stanley Kubrick quiso mostrar en “2001: una odisea del espacio”. Pero su estructura narrativa va por otro lado desde lo emocional, entre miradas, silencios, es muy intimista y humana.
La pérdida es un vacio que no se llena nunca, para ello se utiliza muy bien los planos detalle, cerrado y los primerísimos planos, habla del amor, de la pareja y de la falta. Estupenda química y una gran conexión entre los protagonistas Claire Foy (“La chica en la telaraña”, “Una razón para vivir”) y Ryan Goslin (“La La Land”, “Drive”), no va por el melodrama y se usa otro camino para llegar al espectador. Las interpretaciones van más internamente, nos hacen sentir lo que ellos sienten, un viaje a la luna para reencontrarse, varias escenas que te llegan, te sensibilizan, por ejemplo cuando él deja en el espacio algo muy especial, con dos rostros reflejados a través de un vidrio que los separa, que sin palabras se piden perdón, para sentirse, se agradecen de estar y seguir, entre otros sentimientos.
El primer hombre en la luna es un film sólido, tiene varios guiños y tensión, seguramente obtendrá algunas nominaciones a los Premios, aquí la bandera estadounidense ondea prácticamente durante todo el film pero no en la Luna, acompañan muy bien la música Justin Hurwitz y fotografía de Linus Sandgren, en la producción toda una garantía es la que brinda Steven Spielberg, pero por momentos resulta lenta y se excede unos minutos.