El príncipe de Persia es una popular serie de de video juegos que logró mantenerse vigente entre los consumidores de este tipo de entretenimiento desde 1989.
Con la cantidad de propuestas nuevas que surgieron en la última década esto no es un dato menor.
Los productores del juego se la rebuscaron muy bien para reinventar al personaje con nuevas aventuras en los últimos años.
Con esta adaptación cinematográfica el Rey del Pochocho Jerry Buckheimer se jugó a repetir con Disney el mismo éxito que tuvo con la franquicia de Piratas en el Caribe, que cuando surgió el primer film nadie apostaba un peso y muchos medios auguraban que iba a ser un fracaso.
En los próximos días veremos si Bruckheimer puede repetir el mismo resultado.
Por mi parte me cuesta ver una saga duradera.
O sea, es una película de aventuras decente pero no salís del cine con ganas que se estrene ya la secuela como pasó con la primera de Piratas.
No tiene la misma emoción y varios factores tienen que ver con esto.
En primer lugar, el protagonista.
Jake Gyllenhaal es un ejemplo perfecto de que los héroes de acción no se crean con nutricionistas y preparadores físicos.
Te podés matar en el gimnasio que si después no le ponés actitud o no das con el papel no hay nada que hacer.
La verdad que después de verlo a Gyllenhaal como el príncipe de Persia respeto más a Sam Worthington. Es más, a partir de ahora soy su seguidor. El flaco no tendrá el histrionismo de Johnny Depp pero si hace de guerrero recio compro lo que veo.
El trabajo de Jake no es desastroso pero me costó creerme que es un aventurero rebelde.
Al margen que algunos diálogos tontos del guión no colaboraran con él, como héroe de acción no encaja demasiado.
Otro tema es que a diferencia de Piratas se zarparon con el uso de animación digital. Hicieron un gran trabajo con los escenarios que recrearon pero en las secuencias de acción se ven artificiales.
Lo mejor de la película es por lejos el trabajo del chileno Alexander Witt (Resident Evil 2) quien estuvo a cargo como director de la segunda unidad y fue responsable de todas las escenas de acción.
Las peleas con espadas y persecuciones estuvieron muy bien realizadas (por eso zafa Gyllenhaall) y queda claro por qué este tipo es uno de los más requeridos en Hollywood en los últimos años. Especialmente por Ridley Scott, quien lo adoptó desde Gladiador como principal colaborador en este campo.
Alexander hace mucho tiempo que le está dando bola al pakour en el cine.
El pakour, para los que no les suena el nombre, es una disciplina muy loca practicada por personas con un excelente estado físico que se desplazan por lugares urbanos y naturales superando todo tipo de obstáculos con movimientos corporales muy fluidos. Es algo que no es para cualquiera. No se trata de saltar a la rayuela precisamente.
Lo cierto que el director Witt viene trabajando con profesionales de esta actividad hace rato en el cine donde presentó secuencias de acción fabulosas como las que hizo en La identidad Bourne y Casino Royale entre otros filmes.
Justamente su trabajo en aquella persecución a pie en el film con el glaciar Daniel Craig generó que el parkour cobrara más fuerza en Hollywood, tanto en el cine como en la televisión.
En el Príncipe de Persia me parece que se dio el gusto de explotar el parkour como no pudo hacerlo anteriormente y dirigió escenas muy divertidas de ver.
Está bueno destacar esto porque los directores de la segunda unidad son realizadores fantasmas a lo que nadie tiene en cuenta y en este tipo de propuestas los laureles siempre se los lleva el director principal cuando son ellos los responsables de la planificación y realización de las grandes secuencias de acción. Al menos en el 90 por ciento de los casos.
El laburo de Witt en el Príncipe de Persia es lo más destacable de esta producción, que no es lo mejor de la factoría Bruckheimer, pero zafa para entretenerse un rato con una historia de aventuras.